Miro la desnuda cordillera de la costa, abraza con su arenoso cuerpo la totalidad de la delgada ciudad. Caparazón de tierra aprisionando miles de viviendas que regadas por la costa del inmenso océano se abren paso por las lánguidas arenas. Carece casi en su totalidad de vida vegetal, el color ocre predomina el entorno.
_Algunas veces extraño el verde que entrega el follaje_ Pienso en voz alta.
Algo dicen por los parlantes que cuelgan en la techumbre, no llego a entender ninguna de las palabras. Muchas personas con valijas y bultos se apresuran para ser los primeros en ingresar a la revisión del equipaje en aduana. Muchos se abrazan y lloran. Las grandes máquinas entran y salen por los portales, personalmente no me gusta viajar, detesto las despedidas.
Ella se mantiene a mi lado, en silencio se aferra a mi mano, tratando de sonreír.
_ Es un viaje largo_ Digo tímidamente, no responde, está sumergida en sus propios pensamientos. Siento la garganta sucia y seca, sé que es debido a la parranda de la noche anterior, las gafas oscuras son mis cómplices, mantienen ocultos mis enrojecidos ojos.
Nos sentamos en un incomodo asiento, lleva pocas cosas, podría adivinar que su vida puede extenderse tan sólo en una reflexión de rem.
De reojo la observo detenidamente, ya no es quién conocí hace mucho tiempo atrás, le robaron su existencia, la despojaron de la luz que había visto en su alma, usurpándole las ganas de vivir, desfalcándole la requerida felicidad, alejándola del sol, nadie puede encontrar la tranquilidad tan lejos de la claridad y el calor. _Maldito hijo de puta.
Un gran bus de color salmón se detiene lentamente, ella se levanta y toma las maletas, la acompaño hasta la escala de ascensión de la máquina.
Me mira, y abrazándome besa mi mejilla. _ Eres alguien que no quiere mentir, que está en busca de la perfección, que no desea crecer, no olvides nunca quien eres Jorge, no cambies, trata de ser siempre el Jorge que conozco, te quiero mucho. Hay lágrimas en sus ojos, la tristeza sube tras ella. _ Maldito hijo de perra_ Vuelvo a pensar como lo he hecho toda la semana. No tengo fuerzas para levantar la mano y despedirme, me observa tras el grueso vidrio y puedo adivinar por el movimiento de sus labios que dice que estará bien, quisiera creerle.
Su figura se desvanece con los últimos rayos solares, la máquina la aleja en forma definitiva, la extrañaré.
Thomasito espera apoyado en su vehículo fuera del terminal de buses. Me ve llegar y ambos en silencio nos subimos al "Carinita" alejándonos rapidamente.
_ ¿Una cerveza para pasar la pena?_ Me pregunta, logra sacarme una sonrisa. Miro el reloj y me doy cuenta que es tarde, acaba de ocultarse el sol.
_ ¿Qué le hace al agua al pescado?_ Digo imitando su voz como en la noche anterior. Ambos reímos.
Llegamos a bar-sobia, A pesar de que aun es temprano es sábado y mucha gente invade el pequeño territorio. Nos han apartado lugares, un numeroso grupo de amigos ya está allí desde hace algún tiempo.
Tomamos unas cervezas y participamos de la conversación, no puedo apartarte de mi lado, sé que las cosas ya comenzaran a mejorar.
Cuando voy al sanitario en busca de refrescar mi rostro me encuentro conmigo frente al espejo, el reflejo dicta en secreto que lo peor para ti ha pasado, que ha cambiado seguramente para mejor. A pesar de que nada volverá a ser lo mismo las ganas de prevalecer no se desvanecen, eso me deja contento, me regalo una sonrisa, el reflejo sonríe conmigo.