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Como ausentes

Como me gustan los sapos para los cuentos
Se me presentan de inmediato, como en un casting, todos dispuestos, todos ansiosos.

Quizás en otra vida la compartí con ellos en algún estanque de un castillo. Porque como en los combos de locales de comidas rápidas, los asocio junto a coronas, reyes, princesas y palacios.

Doy por sentado su ductilidad a la hora de ofrecerles un lugar en mis letras. Les gusta hablar, emocionar, participar de epopeyas. Algo en común tienen con las brujas, que les dan el pie necesario para sus lucimientos.

Ya sea príncipes convertidos en sapos por las hechiceras, o bien brujas que se enfundan en trajes de batracios para acosar a la realeza, forman un equipo imprescindibles en las historias.

Sus consejos siempre son tenidos en cuenta, casi más que los provenientes de los consejeros del reino.

Hoy los voy a convocar para un papel que no les gusta demasiado, apelando a la ductilidad que dicen poseer.

Deberán representar a una pareja sapos en un pantano plagado de plantas carnívoras que quieren devorarlos, al tiempo de tener que competir con ellas en busca de insectos para su supervivencia.

Sería como una suerte de Indiana Jones de los anuros, sin magias ni hechizos, solo con las dotes o atributos que la naturaleza les dio.

Debo contar con un par de animales muy famélicos y con riesgo de supervivencia que los obligue a enfrentarse a la temible Venus Atrapamoscas. Con hojas en forma de trampa al solo contacto con su presa se cierran y la mantiene hasta su descomposición, digestión y absorción por el organismo.

La rapidez de la lengua de los batracios enfrentados con la perspicaz y artera trampas de las plantas.
Deben creerse todos galanes ya que no los puedo evocar para continuar con el relato, aunque siempre que comienzo a escribir se aparecen de la nada para compartir mis historias, intentaré dar comienzo a mi relato.

En una zona selvática del Amazonas, en el llamado pantano de las aguas malolientes, se situaba el hábitat de las espantosas plantas carnívoras Venus Atrapamoscas.

Un antro propicio para que desarrollen al máximo sus recursos letales, no solo con los insectos sino también con pequeños reptiles y batracios.

Ya hacia un largo tiempo que los sapos no merodeaban la zona, por no contar con sus recursos alimenticios que las temibles vegetales les habían arrebatado, algo así como el corte de la cadena alimenticia, que ahora situaba a los batracios como el manjar de las plantas.

El escaso compromiso de los sapos con el ecosistema, habida cuenta de su poco coraje a la hora de mantener el equilibrio ecológico, hizo que las plantas deglutieran a todos los camaleones que intentaban vanamente dar batalla utilizando las armas que le dio la naturaleza para su defensa, cambiando de color, sin saber que las temibles plantas eran daltónicas.

Mientras tanto en un rellano de la selva, un par de sapos croan cantos de amor y esperanza. Como ausentes.

OTREBLA

Texto agregado el 20-09-2015, y leído por 140 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
21-09-2015 Original, hondo y creativo. MujerDiosa
20-09-2015 Un par de sapos croan cantos de amor... Sin darse cuenta que el tiempo nos vuelven sordas. Me gustó mucho. granada
20-09-2015 Muy buena prosa. Me encanta escuchar los sapos en el humedal. Escucha neil diamond youtube i am i said. girouette-
 
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