Soy el amo de tus silencios,
De la vastedad de tus sueños
Y de la inconstancia de tu amor.



Mis manos quedaron atrapadas en tu cuerpo,
Tus labios encendieron el fuego.




¿Dime madrugada, amiga mía,
A quién habré de recordar hoy?




Cuando hacemos el amor
Tus ojos se llenan de los míos,
Nuestras manos ciegas las guía la pasión.




Se desvanecen los últimos rayos del sol sobre los tejados,
Lentamente se van encendiendo las luces de la ciudad
Amada mía, ¿por qué tardas tanto en regresar?




Tu belleza es la rosa revelada,
Colmas de hermosura la madrugada
Toda tú, preñada de rocío.
Eres la respuesta a una enigmática pregunta
Formulada hace muchos inviernos.




Peligrosos son los caminos del amor y de la vida,
Transitados alegres y sin preocupación,
Vamos tan confiados como minúsculas aves
Surcando la vastedad del cielo.




Su mirada era triste
Como una tarde sin sol.




Llovía torrencialmente
Cuando te robe un beso debajo del encino.





En lo más alto de Teotihuacán
Los truenos hablan con los Dioses.




Afuera una furiosa tormenta desatada
Me buscas a tientas y te aprietas contra mí.





Aquella noche tenías una estrella anudada a tus cabellos
Mientras mis manos acariciaban apasionadamente tu cuerpo.




Tu mirada se perdía en el horizonte
Mientras una gaviota iba dibujando el cielo.




Conozco de memoria la geografía de tu cuerpo,
Sus valles y quebradas la dibujaron mis labios
En noches de interminable pasión.
Ahora que tú no estás
No puedo recordar el camino a casa.