La noche es húmeda y calurosa. Anastasia, una joven adolescente, está sentada en un descascarado banco, en la estación del metro. Trata de comprender que le pasó, porque llegó a ese límite. Sus hermosos ojos celestes, solo destilan profundas lágrimas. Intenta contenerlas con un pequeño pañuelo, pero no es suficiente, el manantial es muy grande. Su vestido color negro, no la ayuda, solo profundiza su dolor.
Observa su celular y vuelve a leer el mensaje de texto: “Perdóname Anastasia, pero lo nuestro no va más. Estoy enamorado de otra mujer. Lo siento.” Una y otra vez lo lee, esperando que sólo sea una falla del artefacto, una macabra combinación de caracteres elegidos al azar por un destino perverso. No es así, es real. Su dolor se acumula.
Faltan quince minutos para que llegue el metro. Solo quince minutos. Son los más angustiantes de su vida.
***
Todas mis amigas me decían que era una estúpida al enamorarme de Peter. Tenía fama de mujeriego. No me importó. Él lo valía. Sus cálidos ojos azules y su cabellera negra me subyugaron desde la primera vez que lo vi. Su voz era tan sensual que me hacía estremecer todo mi cuerpo. Recuerdo muy bien ese día. Se acercó y me dijo:
― Eres la chica más hermosa que he visto. No tengo más remedio que enamorarme de ti.
Esas palabras, tan osadas, me hicieron sonrojar. No lo podía creer. El era tan guapo. Al otro día me envió un mensaje por el celular. Decía: “Anastasia, se que te llamas así. Me costó mucho conseguir tu nombre. Solo quiero que me conozcas. Te espero a las siete en el campo deportivo del colegio”.
Ese fue el principio. Todos los días estábamos juntos. El era todo lo que yo quería para mi futuro. Estaba enamorada profundamente de él.
¿Tuvimos sexo?… Sí… ¿por qué no? Si uno ama a alguien, debe expresárselo. Sé que somos adolescentes, pero: ¡y eso qué! Acaso no tenemos sentimientos ni pasión.
Fueron ocho meses de total unión. Me hubiera conformado con mucho menos. Ahora se ha ido. Ese amor es solo un espejismo, algo pasado, algo que no existe. Eso me angustia muchísimo. Casi no puedo continuar con este relato. Mi garganta se me cierra. Solo me reconforta saber que esta noche todo terminará. La llegada de ese metro lo resolverá.
***
Anastasia se levanta lentamente. Camina hacia el borde del andén. Salta a las vías; se incorpora con dificultad y extiende sus brazos. El tren trata de frenar, pero es inútil. La atropella y su cuerpo es despedazado.
|