Que privilegios te acompañaran en este tramo?
Ayer éramos adolescentes. Teníamos trece para cumplir catorce y llegaron después de una tortuosa despedida, teñida de culpa que aun hoy me acompaña.
Reaprender sobre lo escrito. Desayunarme con otra medicina, conocer que requerían otros cuidados que los tradicionales. Volver a querer, pero tan diferente. A los 17 entraste en mi vida. Calmo, por accidente, por irresponsabilidad de otros. Ayer 17 termino ese tramo que transitamos juntos. Como los nacimientos por cesárea que se programan; podemos sacar cita con la muerte.
Qué si hicimos bien? No lo sé. Te quise bien. Eso seguro. Te di nombre, fui contra la corriente y seguí llamándote hasta que la muchedumbre comenzó a hacer lo mismo. Te parecías tanto, tanto a él y a la vez eras tan disímil. Todo cobra matiz con los años, cobra sentido. También se desvanece, como polvo en el viento. Quiero decir que se percibe aunque es inasible a mis manos ahora y lo será menos en unos años.
No se detiene el tiempo. No he podido derrocar ese desafío, pero me hubiera gustado darte una palmadita más, hacerte ese abrazo de oso que suponía te gustaba. Es cierto que sentía tu esqueleto en oposición al cuerpo de antes. Pero son esas pequeñas cosas que nos enriquecen el alma.
Inspeccionaba tu frecuencia cardiaca. Lenta y con apneas prolongadas. Sabía esperar y verte iniciar nuevamente el reflejo de respirar. Tocaba tu hocico, lo rascaba suavemente y pronunciaba tu nombre en silencio.
Iniciaste un sueño profundo, cerraste tus ojos y despediste al reflejo. No te vi. No te despedí.
Ojos de gorila.