Se apagaron las luces de tus ojos
morenos,
se borró en un instante,
de tu pecho, el candil;
mi cántaro, colmado de ilusiones,
derramé en una noche,
y vertí tanto llanto
que te hundiste hasta el fondo
en su caudal.
Profundicé tu aliento, buscando
una caricia,
en un intento vano de sentir
que ahí estabas;
descorrí muchos velos para encontrarte
el alma,
y el hallazgo de un nada
me heló los sentimientos.
En el todo vacío de tu pecho
que amaba,
dejé un beso postrero, postergando
el adiós.
Te confieso que tengo aún, sobre mi boca,
la llama de tu boca cuando mentías
amor.
Se me olvidó decirte que, desde la ventana,
cuando tu rostro triste se alejaba,
estuve aún besando tus ojos
que fingieron
en esas horas locas, mil sueños
placenteros.
Pero aún con mi todo
convertido en pedazos
que pisaban tus pasos
sobre las losas frías,
se apagaron las luces de tus ojos
morenos
y saqué para siempre tu nada
de mi vida.
Hoy anoté en mi diario
de errores, tu sonrisa,
tu voz y tu pañuelo
agitado en los aires de mis tiempos
pasados,
puse el punto final a tu recuerdo
y he pasado la página
que tenía en el inicio tu nombre
programado.
Se apagó en un instante tu amor
en mi memoria.
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