La costumbre ya venía de antes y por supuesto no la habíamos inventado nosotros, pero seguía esa manía de esconderle los libros o los portafolios (negros sin manija con un cierre arriba era la última moda) a los compañeros.
Alguien me pasa unas carpetas para que las esconda, creo que eran de Horacio D., yo, siguiendo la tradición busco donde esconderla, mientras "casi" todo el curso parlotea con la profesora que no me acuerdo quien era, pero era mujer.
Salimos al recreo. No sé si había prueba o se iba a tomar lección, la cosa es que Horacio D. no encuentra su carpeta y se vuelve loco de tal manera que quien estaba como profesor en esa hora se da cuenta y al preguntar qué pasa, pide que se devuelva la carpeta.
Nadie dice nada, pero todo el mundo se pone a revisar banco por banco para que aparezca, y no aparece. Quien me había pasado la carpeta cierra la puerta del aula, que estaba sin picaporte.
La búsqueda sigue hasta que suena el timbre y los que querían salir al recreo largo, el de los quince minutos, (seguramente urgidos por necesidades físicas apremiantes o para fumar en el baño) se ponen a golpear la puerta en forma nada sutil.
A adentro el clima se estaba caldeando por parte del titular de la cátedra, tanto golpean la puerta que un profe de comercial (guardemos su nombre en el anonimato) pone el ojo por el hueco que había dejado el picaporte ausente y uno de los encerrados (este juro que si no se quien es) viendo un ojo del otro lado no tiene mejor idea que imitar el mejor estilo de guanaco patagónico acertando justo en el iris del profe que estaba en la galería.
Las cosas se pusieron al rojo vivo, alguien abrió no se como la puerta e hizo acto de presencia la rectora en persona. Como la cuestión se salió de madre, como pude me las ingenié para recuperar la carpeta que había colgado de la ventana, del lado de afuera y con mi mejor cara natural (o sea de estúpido) anuncié que había recuperado la carpeta.
Pero no había caso, a la rectora, tan severa ella, no la conmovían las apariciones espontaneas. Amenaza de amonestación a todo el curso si no aparecía el autor del esputo (parece ser que lo de la carpeta pasó a ser secundario o me quiero escudar en eso para no tener que decir que me jabonie de lo lindo y no salté a decir que yo la había escondido) la cuestión que la hora siguiente siguió en un debate entre todo el curso para que el autor/autores dieran la cara.
Nueva aparición de la rectora y feroz amenaza: amonestaciones para todo el curso y quedada después de hora. Allí las féminas comienzan a decir que una de ellas sabe quien escondió la carpeta, pero que no quiere decirlo. Silencio total y mortal en el aula. Grupito femenino acusador observado con feroz atención.
Miradas inquisidoras y ojos que se dirigen a una morocha, alta, sentada en el último banco. Rostro de esta que pasa del blanco al rojo, millones de gargantas le formulan la misma pregunta: "¿decí quien es? ¿porque no lo queres decir?"
El rostro observado sube aún más su tonalidad rojiza cuando una dulce voz, bajita en tono y estatura, hoy con acento extranjero, expresa: "No lo dice porque está enamorada de......"
Que quemo!!!! Que mandada al frente!!! y delante de todo el aula!!!!
Por supuesto que a esta altura las negativas remplazaron a las acusaciones y todos terminamos después de hora frente al despacho de la rectoría, en el pasillo que estaba entrando al cole a la derecha.
Encima llegue como dos horas tarde a mi casa y no solo me levantaron en peso, sino que me prohibieron las salidas por dos semanas.
Otra de ese año: rumor "Viene una francesa al curso en intercambio estudiantil". Imaginación masculina a volar, ¿será mejor que Brigitt Bardott? ¿será igual, como será?
Ratoneo fiero que atormenta despiertas neuronas y por fin aparece "Pauline" la francesita: alta, flaca, un tabla. Por varios cuerpos le ganaban las locales y hasta donde yo sé ningún criollo se le animó, aunque había algunos que estaban interesados en el intercambio cultural.
Grupo de gimnasia: Atletismo. Por fin entraba en el circulo de privilegiados que eran los de Básquet y los de Vóley!!!!, profe: el Vicerrector, situación: patio de atrás del colegio, donde estaba el mástil. Hacen gimnasia otros grupos de los “comunes” y el grupo de atletismo, S., C, el que suscribe, cancheros y “profesionales” están en la previas; calentamiento muscular, corridas cortas, largas, etc. y después cada uno a su especialidad. C., S. y yo
lanzamientos.
Primero bala, un lanzamiento, dos lanzamientos, tres lanzamientos, siempre midiendo quien llegaba más lejos y trampeándonos mutuamente marcando con una piedra o un huequito donde caía la bala.
Termina el grupo común su horario y el Ratón O., el benjamín de todo el colegio, medía un metro treinta a lo sumo, se queda controlando los lanzamientos.
Miguel S. inspira, la bala en la zurda, se agacha, gira, tira, y le mete un flor de balazo al pobre Ratón en medio del pie, zapatilla que se va tiñendo de rojo, el profe a las corridas llevándolo al médico.
En este grupo de gimnasia me esmeré mucho, la verdad mucho y lo hice a conciencia. Es más, no solo me esmeré en aprender y progresar yo, sino que también me esmeré en enseñarle a los demás lo que iba aprendiendo (en poco tiempo no solo hacía gimnasia en el Cole sino que también iba al Estadio de YPF a entrenar con el padre de Cacho P., fue el tiempo del torneo ABC -Argentina Brasil, Chile.
Mi esmero tenía un objetivo expuesto y otro oculto: el expuesto, viajar a los intercolegiales, el oculto: mi corazón se había flechado con una de las integrantes del grupo de Atletismo. Morocha, hermosa, un bombón. Hice de todo para llamar su atención. De todo, desde ser gentil hasta pavonearme. Lo único que no hice, fue lo que tenía que hacer: decirle lo que sentía.
Y no lo hice, porque en una ocasión, en un recreo, entre las tres Marías del curso se desarrollo el siguiente dialogo escuchado por mi: "tenemos que ayudarla... está enamorada..."Si le gusta mucho"..."Y es alto como ella" ..."como hacemos"... "tenemos que lograr que se le declare" y algún que otro elogio a la varonil figura entre ellos a sus rulos lo que me hizo pensar que dicho afortunado era yo.
Mi corazón dio un vuelco. No podía creer que la niña de mis ojos (en esos días) correspondiera a mis sentimientos, ya estaba a punto de correr en su búsqueda e hincarme a sus pies a expresar mis sentimientos, cuando una de las tres Marías dice: "Lo que pasa es que JB no se da cuenta" y el mundo que se me viene abajo dejando al corazón con agujeritos.
Primavera, más bien tirando a fin de año escolar, paseo en auto de cinco amigos que termina en Rada Billy donde uno de ellos muestra orgulloso un establecimiento productivo que tiene su padre donde se dedica a la cría de mis odiados bípedos plumíferos.
Fin del recorrido amigos que regresan, hijo del padre productor que se queda en su casa. Ahora cuatro amigos en la casa de uno de ellos pensando maldades entre truco y truco
Otra escena de noche, mismos cuatro amigos sin el hijo del productor de plumíferos, mismo auto, mismo establecimiento de cría de pollos pero en la calle de atrás, mismo aroma a mar, esta vez nocturno, cuatro figuras que saltan un paredón bolsa de arpillera en mano y gentilmente invitan a tres o cuatro plumíferos a ingresar a las bolsas.
Nueva saltada de paredón en sentido inverso, subida al auto, pollos en la bolsa, ruta destino a la ciudad, programa para la mañana siguiente: pollo asado en la playa.
Primer problema? Los pollos vienen con plumas y para ser comidos deben ser convenientemente desvestidos de sus atuendos naturales, para lo cual se requiere de agua hirviendo, y a las doce/una de la mañana nadie puede justificar a sus padres tres o cuatro pollos vivos, que deben ser convenientemente ultimados y desplumados.
Como en mi caso era imposible de toda imposibilidad aparecer con las víctimas en mi casa so riesgo de que mi viejo me llevara a patadas en el traste a devolverlos sin importarle que tuviera que ir hasta Rada Tilly, le dejé el problema a los otros tres que no sé cómo pero lo resolvieron.
Pero las maldades se pagan.
Día siguiente, seguramente sábado, nuevamente cinco amigos (sin el hijo del productor de aves) en la empresa Don Otto tomando el micro para ir a la playa de las Cuevas, pasando Rada Tilly, en Santa Cruz, entre las vituallas portadas, alguien llevó una damajuana de tinto o blanco, (ya no importa el color, ni me lo acuerdo) amigos que juegan en la playa, un gil (yo) al que le encargan hacer el asado, cuatro amigos que hasta tanto los pollos estén convenientemente bronceados se van a caminar por allí (si no me equivoco fueron a subir un cerro que está frente a esas grutas)
Gil que hace el asado (mua) que se aburre, destapa damajuana, toma un vasito, otro, otro, se le ocurre fumar, mete toda la mano en las brazas y se pega un flor de quemazón en los dedos.
Convenientemente adobado al asador lo duerme el vino, los amigos regresan, se matan de risa a su costilla, lo tiran al mar para que se despabile (eso me pareció a lo mejor solamente me dejaron en la orilla), gil que tirita de frío, pero que como a eso de la media tarde vuelve a encontrar el sentido entre las nubes del vinardelo.
Regreso a Comodoro, a dedo, llegada a la casa de uno de los aventureros no etílicos, depositada del suscripto en su hogar paterno todavía algo entonado, mano que parece morcilla reventada, madre/padre que simultanea e indistintamente gritan, protestan, miran la mano, amenazan y por fin resuelven que, colectivo mediante vaya al Hospital y se cure.
Bueno los que son profesionales del arte de curar pueden explicar mejor que yo como se curaban las quemaduras en esas épocas y como dolían!!!!!
Estuve como un mes con la mano vendada y raspándome la herida una vez por semana en el hospital. Fue la primer y única curda del secundario.
Después hubo alguna otra, pero por otras razones. |