El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía. Anais Nin.

Mientras mayor sea la insinuación y más velada, más erótico será el texto, provocando en el lector el afloramiento de sus fantasías, entendiéndose el erotismo como principio del placer y posterior sublimación mística del mismo. Guillermo Pozo Pradas.
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En la narrativa y poética llamada “de entrepierna”, algunos escriben de memoria, otros imaginando, aquellos sin saber de lo que escriben, pero lo hacen exponiéndose incluso al ridículo. Muchos más ni se atreven a tocar esos temas, como si el sexo fuera ajeno al ser humano, ¡locos puritanos! ¡Hipócritas!

Temas eróticos, de sexualidad y sensualidad sin caer en lo prosaico y soez son para el lector como un intersticio al deseo, como un ventanal empañado por el rocío matinal que solo requiere de una mano dispuesta y una mirada atenta para adentrarse en el fuero interno de cualquier lector con deseos de realizar un viaje de introspección a los vericuetos de su sexualidad.

En ese viaje pueden reencontrar, descubrir o extraviar momentáneamente su identidad de la mano de los personajes que animan el texto en proceso de creación. O bien forman un nudo gordiano con sus fantasías reales y sus realidades fantasiosas. Después de todo, muchas mujeres y hombres pueden dar fe de que cuando escriben y durante una lectura de fino erotismo se les ha humedecido alguna parte de su cuerpo y no precisamente la cuenca ocular.

Escribir textos sobre temas sexuales o eróticos es un apreciable ejercicio de libertad y desparpajo, de ansiedad lúdica, honestidad y sensatez consigo mismo. Escribirlos es un viraje al confort de ser acomodaticio, es dar la espalda a la mojigatería “del qué dirán”. Ernest Hemingway ha dicho: “Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta que de todos modos opinan”.

Lo erótico bien escrito es encantador, nutre las entrañas adormecidas en la cotidianidad lasciva tan explícita en nuestros días que nos acerca más a lo pornográfico que por su inmediatez anula el placer de tejer historias en nuestro anecdotario intimo con el mágico hilo de la imaginación y los recuerdos guardados siempre con celo por no ser socialmente correctos.

Lo erótico es ausencia y extrañamiento, es la rememoración de lo ausente, el deseo de lo que se carece, la pulsión insondable que nos precipita hacia afuera y nos calcina por dentro, mientras la sexualidad es en el humano la carga de animalidad inherente a su esencia y de la que nunca podrá desprenderse.

Por ello escribir textos con tonalidades eróticas nos abrirá seguramente un resquicio a otros planos del entendimiento de nosotros mismos. ¡Escribamos! sobre estos y de estos temas, ¡pero cuidado!, al hacerlo debemos disfrutar del viaje sin preocuparnos del destino, como el centauro quien se sirve de su parte de animalidad para devorar distancias conceptuales siempre pretendiendo ir “mucho más allá” para ampliar su horizonte y deja a su parte racional dirigir la flecha hacia el punto exacto a donde deberá llegar para disfrutar el éxtasis de su logro.