El sol pegaba fuerte sobre las espaldas de la cordillera. Un viento antiguo, y renovado en vigor, acariciaba con su música a los pequeños pueblos extendidos a lo largo del valle. En cada recodo del camino el silencio de las voces de siglos, manifiestas en alegorías de una geografía misteriosa. Caminos polvorientos, ventanas olvidadas, casas de tierra con techos de teja elaboraban sombras esquisitas para abandonar la memoria en un descanso ligero, acompañado de la risa de unos niños de otro mundo.