(Leer sin ideas preconcebidas)

Imagino tus muñecas
alzadas sobre la cabeza
sujetas al techo por cadenas
que soportan el peso
de tu cuerpo derrotado,
el tacto firme de tus brazos
derramando mis ganas
hacia los hombros
y esa clavícula
que está gritando muérdeme,
el pecho vestido únicamente
de áspero cáñamo que te abraza
aprisionando el aire
por donde voy dejando marca
lamiendo la piel caliente
tras las bofetadas,
arañando los restos de cera roja
mientras dibujo una constelación
acariciándote sin las yemas,
la mordaza ahogando tus suspiros
solo hasta el momento justo
en que empieces a gemir
que quiero descubrir
cómo suena el placer
en tu garganta
aprender a domesticar
ese fiero oleaje
que son tus caderas,
quiero saber
a qué huele el mar cuando
cubre con su rocío tu cuerpo,
trazar un mapa
con mis dientes en tu espalda
y tu saliva entre mis piernas,
saborear la sangre
en mis labios
y reconocer a quién pertenece,
conseguir que (me) lluevas
esa mezcla de sexo, sudor y saliva
que sabe a ambrosía.

Pienso en todo eso y me sumerjo
en la más oscura cámara
dejando la puerta entreabierta
para que entres directa
a esta mazmorra
que es el centro oscuro
de todas las perversiones.