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José se levanta todos los días a las 5 de la mañana, tiende su cama con frazada de ositos pandas sonrientes, le da una rápida barrida a su cuarto usando una mascarilla para que no le afecte se alergia al polvo.
Habiendo terminado de limpiar su cuarto y el resto de su apartamento es la hora de su premio: Una taza de café del más puro y exportado de los cultivos más puros de Colombia. Saca el sobre y lo echa a la cafetera hasta llenarlo a la mitad, pone a calentar un poco de agua y decide esperar mientras lee las noticias de deportes, es lo único de lee de su periódico que encuentra en la entrada de su casa todos los días a las 6:15 am.
El chillido del agua interrumpe su lectura, apaga el gas y vacía un poco de agua hasta llenar la cafetera. Empieza el filtrado y el olor que sale emociona a las glándulas nasales de tal forma le impide seguir leyendo porque lo relacionaría todo con el café.
“El entrenador Emiliano café entrena a su equipo Los cafeteros de Callao para poder ganarle a los Cappuccino de Santa Anita en un estadio tan grande como los cultivos cafeteros del norte de la selva de Perú”.
El filtrado estaba listo, observó con detenimiento el líquido negro que se movía en ambos lados como un derrame petrolero en algún mar del mundo. Estaba contento. Por fin tendría su café.
Para José tomar café es como un ritual.
Se sirvió del bendecido líquido en su tasa favorita de Batman hasta llenarlo en sus tres cuartas partes, lo demás lo llenó con agua y unas cuartas raciones de crema de leche helada. Lo que obtuvo fue un líquido medio grisáceo como una especie de niebla que se expande por un pequeño pueblo.
Ahora faltaba el azúcar. Su punto débil. No debía echarle demasiado para que sea demasiado dulce, ni muy poco para no sea demasiado amargo. Debe de ser la medida perfecta.
Echó 2 cucharaditas de azúcar y 3483 granos más. Los contó pacientemente durante casi dos horas.
Removió el azúcar en el líquido hasta cerciorarse de que estuviera disuelto en su totalidad.
Lo bebió y una mueca de asco se formó entre sus labios pasando por sus ojos que se cerraron para no querer la abominación que había creado.
- Está frio- sentenció.
Fue a la cocina y botó el asqueroso líquido por el lavadero y volvió a hervir el agua para prepararse una nueva tasa. Esta vez no cometería el mismo error dos veces y se puso a contar los granos mientras el agua hervía.
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Texto agregado el 08-09-2015, y leído por 103
visitantes. (5 votos)
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Lectores Opinan |
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10-06-2018 |
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La idea es buena, original, le falta un poco de pulido. Es evidente que te gusta escribir cuentos, leí el de la vampiresa que ahora iré a comentar, pero antes quería leer algo más. Saludos. Magda gmmagdalena |
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08-09-2015 |
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definitivamente la cafeína le afecto... carlosb |
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08-09-2015 |
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Ludwig van Beethoven contaba los granos de café, y no tomaba su café a menos que los granos no sumaran exactamente sesenta por taza vienesa, antes de ser molido. -ZEPOL |
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08-09-2015 |
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Mi consejo a José: beba café de Guatemala! za-lac-fay33 |
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