El helado viento atravesaba la fina tela de la camiseta del joven, que con unos descontrolados movimientos parecía querer huir de su cuerpo. El hueco sonido sus pisadas era su único acompañante. Deseaba que el miedo horadara su piel y que sus delgadas piernas alteraran su rumbo. No solo lo deseaba, lo necesitaba, mas el eco de sus pasos no se detuvo.
Su destino llego y él solo pudo obedecerle. Sintió que aquellos brazos pálidos ya no le pertenecían, que las piernas que le habían conducido hasta allí le abandonaban dejándolo preso en la oscuridad. Percibió como cada uno de sus sentidos se volvía cada vez más ajeno, más irreal. Se abandonó a sí mismo y descubrió que es en realidad la soledad, ya ni siquiera sus pensamientos lo acompañaban. Por primera vez en su vida sentía pánico, pero entonces ni siquiera pudo descifrarlo.
Las imágenes se abalanzaron sobre él que, impotente, solo podía ser su espectador. Fue entonces cuando la vio a ella, con su piel pálida y perfecta, con esos grandes ojos verdes, esos ojos que que dejaban al descubierto su inocencia. Era una niña de no más de 10 años, estaba parada, con la cabeza vuelta hacia él, quizás esperaba el colectivo. El hombre cada vez se le acercaba más, hasta estar tan cerca que al estirar el brazo pudo acariciar su oscuro pelo, dejo que su mano descendiera por el rostro de la pequeña hasta llegar a su cuello. Vio como a cada segundo la respiración se le hacía más difícil, pero no logro detenerlo, no pudo. Los chillidos de la niña no fueron oídos en la desolada calle. Ahora que estos por fin han cesado el joven vuelve en sí. Cada pequeña parte de su ser va volviendo a cobrar sentido. El ruido fluye por sus oídos, el frio cala sus huesos y la penumbra lo inunda, mientras una desgarbada sonrisa se plasma sin previo aviso en sus labios. Cuanto más recordaba la muerte de esa chica más gozaba, cierra los ojos y deja que los sucesos lo sumerjan en un profundo placer. Mira por última vez el cadáver, siente la adrenalina, lo disfruta. Sabe que si no escapa pronto del lugar podrían descubrirlo, pero no le importa. Con un lento caminar vuelve a su apartamento, deseando encontrar en este corto trayecto a su próxima víctima.
|