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¡ Chihuahua ! Terminantemente prohibido.

Tendría yo unos cuatro o cinco años de edad y viviendo con mi familia en Santa Ana, El Salvador. En nuestro barrio teníamos “un borracho local”: un hombre desarrapado y mal vestido quien en medio de sus borracheras paseaba por las calles con un grito ocasional: “¡Ay Chihuahua!”, influido probablemente por las películas mexicanas de la época (y el alcohol)
Cuando así lo veían, los cipotes (niños, muchachos) en la calle, lo provocaban gritándole ¡Chihuahua! A lo que él respondía con una serie de insultos y vulgaridades persiguiéndolos sin lograr alcanzarlos para la diversión de aquellos que reían.

En nuestro hogar cuando mi padre declaraba que cualquier tipo de actividad nuestra estaba “terminantemente prohibida” ¡Ay de aquel que osara desobedecer la orden! Tres niños de 4, 6 y 9 años
– Está terminantemente prohibido gritarle ¡Chihuahua! A ese borracho cuando pase. Ya lo saben.- y.....¡Y que si lo sabíamos!
Yo aún no iba a la escuela de modo que mi ocupada madre, mientras mis hermanos o padre regresaban a la casa, por las tardes, me sentaba detrás de los barrotes de la ventana de la casa para entretenerme viendo pasar gente.

Una tarde que así lo hacía me sorprende el ver al conocido borracho pasar casi frente a mi, la tentació fue tal que no me pude controlar y comecé a provocarlo con “¡Chihuahua...Chihuahua, Chihua...!” el tercer Chihuahua no lo pude terminar, alguien me levantó tomándome por el cuello y el cabello y fui a parar al medio de nuestra alcoba. Sorprendido me encontré cara a cara con la iracunda mirada de mi padre quien me preguntaba “¿No oíste que les dije que ésto estaba terminantemente prohibido?”
Yo estaba aterrorizado, no sabía que esperar ante la justa indignación de mi papá. Antes de que yo pudiera explicar, mi padre me soltó dejando la estancia y somatando la puerta tras de si.
No sabía yo que pensar y mi padre no regresó.
Más tarde, a la hora de la cena no se hizo mención del hecho y nunca mas se dijo nada, para mi descanso.
Años más tarde le pregunte a mi padre por que no había sucedido nada. Bajando el periódico que leia, me explicó:
-Tú tenias cuatro años y al ver el susto en tu carita, no pude mantener el rostro serio, salí somatando la puerta en mi “ira” para sentarme en una silla a carcajearme, era tan cómico aquello, tu “desobediencia y tu gran delito”.
¡Ah, mi viejo!

Texto agregado el 07-09-2015, y leído por 213 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
21-09-2015 Linda tu historia, he logrado ver tu carita de susto, saludos. krisna22z
16-09-2015 Ayy... los padres, mi papi también creo que ha pasado algo parecido con nosotros... qué hermoso recuerdo... Voy a abrazar a mi papá ahorita. PiaYacuna
14-09-2015 Tu encantadora forma de relatar le lleva a uno de la mano por los caminos de tus letras. Preciosa reminiscencia. Un placer leerte. ******* avefenixazul
13-09-2015 He hecho una somera investigación entre los habitantes de “La sucursal del cielo” y me encontré con un viejo profesor que convalida tu historia y recuerda al personaje. Me agrada tu forma coloquial y amena de escribir. -ZEPOL
13-09-2015 Mi buen, que bien relatas que los padres a veces sufren cuando castigan a sus hijos. Felicidades 5* heraclitus
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