Cara a cara con Dios
Es cierto que Dios está en todos lados. Pero encontrármelo en el Shopping Center me resultó sorprendente. Pero ahí estaba; una pulcra túnica blanca, prominente barba al tono que se completaba con un rostro adusto, como enojado y perturbado.
Hay que reconocer que los precios no son del todo accesibles, pero eso no amerita tamaños gestos.
Nadie se le acercaba, solo yo me atreví y le pedí si podíamos tomar una selfie. A regañadientes acepto mi propuesta y posamos para la mejor foto de mi vida.
Contrastaba bastante mi alegría por el encuentro con la cara pétrea del creador de todo. Me sentía
bloqueado, no me salía una palabra, solo pensaba.
Le pido algo, le pregunto algo, lo interrogo, lo increpo, lo acuso.
La multitud que colmaba las instalaciones reparaban poco o nada sobre la situación pegados a los escaparates de las tiendas en busca de los elementos que calmen sus angustias.
-¿Es Ud. la persona que creo que es?- la primera vez que dudé de mi hallazgo.
-¿Otro más que me confunde con el profesor Brown de volver al futuro?- Me espetaba un tanto enojado-
En ese instante me percaté de su gran parecido con el actor de la saga. Aunque confieso que mi primera impresión era la del encuentro místico.
-Disculpe señor-era la primera vez que lo trataba de señor- Aunque parezca una ridiculez, creí que era el Todopoderoso que llegaba a la tierra.
-¿Superman?. Ahora ironizaba conservando su porte adusto y provocador
-Hace más de una hora que me paseo por este antro y casi nadie percató de mi presencia, al menos tú me reconociste.
En ese instante sentí un calor por todo el cuerpo, parecía estar flotando por los pasillos, no podía mirarlo a los ojos, solo alcancé a hilvanar una estúpida expresión:
-Bienvenido a la Tierra
Comenzó a mover su cabeza en tono de negación, defraudado por mi frase. Traté de reponerme con una pregunta:
-¿Qué lo trae por aquí?
Ahora sus manos se movían como un ademán de sacarme de su vista.
Como no me salía una y sintiéndome tocado en mi amor propio y casi perdiéndole el respeto le dije:
-Me sorprende su actitud, no le queda nada bien su arrogancia, su sarcasmo y la indiferencia hacia sus “hijos”.
-Un momento, interrumpió Dios, tuve un solo hijo de madre desconocida. Lo de los hermanos que proclamaba mi vástago con su prédica era en sentido figurado, algo así como refiriéndose al prójimo.
-¿Quiere decir que no somos hijos de Dios?
-¿Si quieres, nos hacemos un ADN?
Ahora el calor que sentía era de furia ante su soberbia y vanidad, perdí la calma y comencé a proferir insultos y agravios que alteraron lugar, comenzando a agolparse una multitud en torno nuestro.
Cuando el tumulto ya se hacía insoportable apareció un guardia de seguridad que con solo una mirada calmo la situación, tomó al barbudo de un brazo y partió con Él con rumbo desconocido.
Mientras se alejaban, el uniformado giró su cabeza en mi dirección y embozó la sonrisa más terrorífica que conoceré en la vida. En su frente brotaba una ornamenta que me heló la sangre.
OTREBLA
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