Este silencio devora las entrañas de los versos, entre los que una vez te compuse y otras veces me instiga a profetizarte aun más.
Es una absurda lucha, un arduo camino por el que sigo un reguero de pólvora. Al final de él encontraré la muerte. Mi destino es morir sin ti.
Cuando era niña me preguntaba, cómo podían sostenerse erguidas, las estrellas en el cielo. Hoy solo alcanzo a preguntarme, cómo puedo yo sostenerme en pie.
La idea de variar el rumbo es lo que ahora me induce a caminar, aunque confieso que a veces camino por inercia. Y es que sigues siendo un pensamiento que me envenena los sentidos.
Debiera encontrar un antídoto para esta extraña forma de pertenecerte.