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La mañana llena el cuarto,
y el perro una vez más
libra una batalla sin final
alrededor de su cola.
Yo observo el techo
sin apartar la nuca de la almohada.
Me encanta esa foto
de nubes algodonosas y plomizas
tomada junto al mar,
tiene olor a un mar manso y pródigo,
a océanos remotos y de aguas profundas.
Me siento viejo esta mañana,
solo y en silencio,
a no ser porque ese perro
gruñe hambriento.
El aire pesa a olores sofocantes,
a sincera tristeza.
Resulta enojoso tener que levantarme.
Hoy, el oficio mío, es estar cansado,
y mirar el mar dentro del marco de la foto,
aspirar sus perfumes salobres,
sentir los ritmos de las olas
y todas las sinfonías de las tempestades.
Me acurruco a seguir soñando,
pero ese perro, viejo y desdentado,
pisando sin pisar, como pisan las sombras
clava sus ojos en mis ojos culpables. |
Texto agregado el 04-09-2015, y leído por 180
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