Me gusta mirar el viento cuando azota las hojas de los árboles y veo como juega, a veces tan delicadamente y otras con una furia contenida que los derriba. Me gusta compararme con una hoja verde, joven, que se deja mover por el viento, arrastrar por la tierra sin cansarse de sus caprichos, que se mueve sin saber porqué y que somete su voluntad a esta fuerza invisible pero tan real.

Me gusta pensar que la vida es como el árbol que depende del viento que lo mueve para demostrar su real belleza, ¿no han visto el luminoso verde que resplandece más en esos días de sol? El viento aporta movimiento, a veces incontrolable, que nos deja en uno y otro lugar y cuando ya estamos seguros de que no nos moverá más, se torna egoísta y nos toma de nuevo. Al mirar el árbol siento que se aferra a la tierra tal como yo me aferro a lo que soy.

Me gusta saber que soy una hoja pero una parte de un árbol vivo, remecido por el viento, en constante movimiento que sólo busca destacar en este bosque tan grande.



Texto agregado el 11-11-2003