Ciertas cuestiones de las relaciones sociales, cotidianas, una reflexión sobre ciertas situaciones que te remiten a una incontrolable parte tuya. Esa que te moviliza involuntariamente a observar con detenida atención las pestañas del que está en frente tuyo como si fuese el único recurso del mundo para poder saber hacia que dirección está soplando el viento. Ese que está hablando en frente tuyo hace un rato ya. Que no sólo esta hablando, sino que te está hablando a vos. Ese que, más que hablando, te está contando algo; palabras precisamente, las apila una atrás de la otra hasta que se tornan números. Una palabra, dos palabras, tres palabras, cuatro palabras cada vez mas amontonadas entre sí, cada vez más rápido. Tan rápido que ahora ya son directamente velocidad, y algún que otro sonido que sube y baja y se filtra en tu percepción mientras vos te vas dando cuenta de que hay viento Sur porque las pestañas se están inclinando ligeramente para calle Cochabamba. Entonces te relajas, y te desentendes de todo este asunto de que habiendo dudado del clima hoy a la mañana, igual dejaste la ropa en la terraza porque no tenías ganas de subir a bajarla.