EL AMIGO FIEL DE SARITA
Era una noche de invierno, distinta a las otras, hacia tanto frío, que, hasta los osos con su grueso pelaje buscaban un buen refugio para protegerse. Marco, así lo llamo su madre al momento de nacer, en honor a su padre, fue el último de cuatro cachorros en salir del vientre de su madre.
La madre de Marco, no podía alimentarlos, ella era muy pobre y, además estaba muy cansada y enferma, y no le quedaban más fuerzas; temiendo que sus cachorros pudieran morir de hambre y frío no tuvo otra opción que la de regalarlos.
Todos fueron adoptados por una familia rica de la región, menos Marco puesto que él había nacido de un color diferente al de sus hermanos, un color que no era aceptado por la gente orgullosa y necia.
La madre de marco al ver que no era aceptado por nadie, y, viendo que ya se le agotaba el tiempo, y en un acto de desesperación lo envolvió en unas hojas de plátano algo húmedas y sin que nadie la viera lo dejó a la entrada de una humilde casita a las afueras del pueblo, y llorando de tristeza se fue alejando de aquel sitio, pero a medida que ella se alejaba volteaba a ver a su pequeño cachorro hasta que al cabo de unos minutos lo perdió de vista para siempre.
En esa pequeña casita hecha de latas y paja, vivía Sarita, una niñita muy tierna y juiciosa, la cual había quedado huérfana el mismo día que nació, pues su madre murió al dar a luz.
Sarita vivía con su padre, quien se casó al poco tiempo con una mujer, la cual le hacía la vida imposible , pues esta mujer malvada la castigaba, la humillaba y la hacía pasar muy malos ratos, dejándole todo el trabajo de la casa.
Sarita era una niña muy obediente, y ella le contaba a su padre todo lo que la mujer malvada le hacía, pero su padre no le creía, porque estaba ciego de amor por ella.
Esa noche cuando todos dormían, en medio del ruido de los truenos y la lluvia, Sarita escuchó unos gemidos afuera de su casa, ella sin hacer el mínimo ruido se levantó de su cama de paja y abrió con mucho cuidado la puerta; y la sorpresa fue inmensa cuando vio con sus dulces ojitos que algo se movía dentro de unas hojas; la sorpresa fue aún más grande cuando descubrió que era un inquieto cachorro con mucho frío y que apenas podía abrir sus ojitos, causado por el intenso frío de la oscura noche.
Y ella sin hacer el menor ruido lo llevo adentro de la casa y al lado de su cama lo cubrió con una manta para abrigarlo, y luego le dio leche tibia para calmar su hambre.
Al siguiente día, su padre salió temprano a trabajar, y su malvada madrastra se arregló para salir a pasear con sus amigas, como era costumbre, no sin antes gritarle a Sarita que hiciera los quehaceres de la casa.
Pero eso a Sarita ya no le importaba, porque ahora tenía un amiguito a quien dedicarle su tiempo y su ternura.
Ese amor que ella nunca tuvo. Pasaron los días y Sarita guardaba el secreto de que tenía un amiguito en su casa, pues tenía temor que su padre no lo aceptara y que la malvada mujer le hiciera daño. Con el tiempo Marco y Sarita se hicieron amigos inseparables y se confiaban todo, eran el uno para el otro, en las buenas y en las malas.
Cierto día el padre de Sarita tuvo una enfermedad muy grave, dejándolo en cama por muchos meses sin ninguna mejoría, al ver esta situación su mujer se cansó y lo abandonó pues ya no le quedaba tiempo libre para ir de paseo con sus amigas.
Tuvo que Sarita hacerse cargo de esta penosa situación, pero la enfermedad que sufría su padre solo tenía una cura, y era casi imposible el que sanara.
Un día un anciano toco a la puerta de la humilde casa, y Sarita abrió la puerta, el anciano pidió un poco de agua para el camino; pero Sarita lo invitó a seguir y le brindó a parte de agua, alimento; el anciano al ver la bondad de esa niña le dijo como curar a su padre.
El remedio era el de darle de beber agua con unas hierbas que sólo crecían en el Asia en una montaña lejana y con caminos y riscos muy peligrosos, para una persona, y Sarita con solo seis añitos no podía ir a semejante aventura y dejar solo a su padre. Pidió ayuda pero nadie quiso hacerlo.
Sarita en un momento de desesperación, al verse sola y abandonada, decidió contarle a su padre que había escondido por mucho tiempo a un cachorro en su casa y le pidió perdón por no haberle contado; su padre sabiendo de la bondad de su hijita, la perdonó y acepto a Marco quien para esa fecha ya era un perro fuerte y sano gracias a los cuidados de Sarita.
Marco muy agradecido con la aceptación del padre de Sarita y los cuidados que ella tuvo con él, partió sin dudarlo siquiera por un segundo, a buscar aquellas hierbas medicinales para que el padre de Sarita sanara.
En su travesía hacia aquellas lejanas tierras, Marco pasó muchas necesidades, pero eso no lo hizo desfallecer, pasaban los días y las noches y solitario solo pensaba en Sarita y su padre y le pedía a Dios que le diera fuerzas y tiempo para poder encontrar esas hierbas medicinales para que el padre de Sarita sanara.
Pasaron los meses hasta que al fin pudo obtener las hierbas medicinales y regresó con ellas, y el padre de Sarita se pudo sanar.
Al corto tiempo ya pudo salir a trabajar, y Sarita se encargaba de la casa, pero también pudo asistir por primera vez a estudiar. Marco la acompañaba al colegio, y la esperaba a la salida para regresar a casa.
Fueron años maravillosos para Sarita, Marco y su padre, Vivían momentos inolvidables con mucha alegría y ayudándole a la gente en todo lo que pudieran.
Pasado el tiempo, Sarita se graduó del colegio y
terminó una carrera y vio de su padre hasta el último momento.
Luego por cosas del destino, Marco encontró a sus tres hermanos, los cuales vivían en una gran casa con todos los lujos y comodidades; pero eran muy orgullosos igual que la familia que los había adoptado.
Los cuales le invitaron a que se fuera a vivir con ellos. Pero a pesar de ello Marco no quiso, y prefirió la humildad, bondad, sinceridad, y amistad; que le había brindado Sarita y a la que ya estaba acostumbrado y que nunca iba a dejar, ni por todo el oro del mundo.
Moraleja: “ Los buenos valores, son la base de la
Verdadera riqueza.”
AUTOR: OSCAR MADERO ALARCON.
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