BENDITO ADAGIO PARTE X

“La noche, no significa silencio, tampoco oscuridad”

Terminó la tarde y nuevamente nos envolvimos en las delicias culinarias y las risas exageradas del tío Pedro.

Conociendo la historia de Amanda y Lucas; me fue fácil apreciar sus instantes; eran como dos avecitas coordinando y contándose al oído sus amores; en un suspiro suave, sonreí a Javier, que de lejos me observaba.

Yo, había evitado cruzar miradas con Augusto; aunque cuando él tenía la atención en su padre o en la madre de Javier o en el mismo Javier; me era imposible no admirarlo. La conexión que ellos tenían, no era de primos, si no de hermanos.

Hablaban de su infancia, de sus anécdotas y reían.

Se cerraba la cena familiar, llenos de alegría; la sala se iba despejando, la cordialidad posaba en las mejillas; pronto, todos estaban en sus habitaciones, abriendo la plática, abrigando el cariño o pensando en los pendientes.

En el silencio de la sala, me desconecté; pensaba en Linda; lo tranquila que me sentía pues mis narices frías la adoraban. Javier dejó caer su cabeza sobre mi hombro y me posó un enorme beso.

-¿Estás bien? Sí, mucho, gracias por la invitación.

-¿Dónde estuviste? , te busqué por la tarde; Marina me dijo que te quedaste por el huerto.

-Sí, caminé un poco, después Augusto.

-¿Augusto?

-Sí, tu primo; me explico un poco sobre el entrenamiento de los caballos de paso. Cariño no encontraste mejor persona que te explique; Él, conoce muy bien sobre el tema.

-¿Y qué tal?

- Para alguien que no sabe de caballos, entendí todo.

-No cariño.

- Voy hacer más claro ¿Te gustó?

-¡No!

- Andrea yo estaría más que feliz, pero si no estás interesada en él, olvida mi pregunta.

-Pero si Tú quieres, te cuento algo sobre Augusto.

Me quedé pensando un instante, ese ¡quieres!, fue pólvora que encendió la mecha de mi curiosidad.

Javier no esperó que le responda:

-Es soltero.

-Su pasión, los caballos.

-Su arte, baila muy bien La Marinera.

- Y por último, aún le pertenece su corazón.
Al oír a Javier, despejé interrogantes que silenciosamente me estaban rondando, sobre Augusto.

-Vamos, te acompaño a tu cuarto, te doy unos masajes y te muestro algunas de mis fotos.

-¿Y si me quedo?, le sugiero, mientras camino hacia la ventana deteniendo el movimiento de la cortina.

-¡Mira!, que bella está la noche, tiene tantas estrellas.

-Ven por acá, me dirige hacia una entrada mampara, al abrirla nos aguarda un balcón. La vista es magnífica, todo el firmamento palpitando en mis pupilas. Ambos suspiramos.

-Te dejo un momento, traeré las fotografías a la sala.
Así me deja Javier, abrazada de la noche, suspirando el silencio, suspirando el vacío, suspirando anhelos y sueños, suspirando, mis recuerdos.

Mi inconsciente susurró un nombre, “Alejandro”, quizá por la intensidad que nuestro amor entregó en su momento; o por el cariño que hoy queda después del olvido. Quizá por aquella declaración gritada al firmamento, en una noche igual que hoy, un cielo lleno de estrellas testigo de nuestro primer beso.

La noche atrajo el murmullo del campo y un canto a mi oído.

-¿Puedo acompañarla?

-Volteé, él, ya me había robado una sonrisa.

- Mi respuesta fue inmediata ¡sí!

- Augusto, se colocó junto a mí.

Hace mucho tiempo, la noche no había sido tan bonita; Yo, no la había visto así; eran las estrellas, era el reflejo de alguna fase de la luna, era el viento; era su compañía, su voz, su mirada, no sé qué era, pero era mi mejor noche; después de mucho tiempo. Y así lo estaba considerando.

Continúa…


Krisna