Eustaquio Pedraza (El molinero)
La pequeña historia de Eustaquio sucedió sobre los años cincuenta del pasado siglo en un pequeño pueblecito Villa Serena de Rio Chico situado en medio de La Mancha, eran los tiempos en que todavía se utilizaban muchos y duros antiguos métodos de trabajo, afortunadamente ya superados en la actualidad.
Eustaquio era propietario de uno de los dos molinos de harina que había en el pueblito, uno estaba en las afueras a unos dos kilómetros de la plaza y el otro justo detrás del Ayuntamiento, es decir en el centro.
Esta diferencia de ubicación había marcado siempre las costumbres de los vecinos a la hora de llevar su trigo a moler para recoger después los sacos de harina, la mayoría se decantaban por el molino del pueblo que era el mas cómodo y solo alguno gustaban de utilizar el de Eustaquio, razón por la que él solo molía algo así como el veinte por ciento del cereal de sus vecinos.
Pero era feliz, tenia cubiertas sus necesidades y no pretendía otra cosa que seguir viviendo como lo había hecho antes su padre y antes su abuelo, lo que a él le preocupaba de verdad es que su Blas, su hijo acabara los estudios en la universidad de la capital a la que le había mandado con gran esfuerzo económico y así asegurar a su vástago un mejor futuro que no dependiera del duro trabajo fisco del molino.
Y al fin llego la buena nueva, su chico, su Blas, se había graduado en Publicidad y Marketing, una verdadera novedad muy vanguardista dados los años que corrían, posiblemente era la primera vez que se reglaban esas materias.
Y Blas retorno por fin a su pueblo, orgulloso y feliz con un título que mostraba a todo el mundo y era de comprender, él era el único con una carrera en el pueblo y posiblemente en la comarca.
Eustaquio no cabía en sí viendo que su esfuerzo había valido la pena y que ahora tenía en su casa un licenciado que vería la vida de distinta forma gracias a su formación, estaba seguro que crearía algún negocio nuevo y moderno.
Una vez pasados los primero días, Blas enseguida se puso a la tarea y una mañana le dijo a Eustaquio “Padre, tu negocio está estabilizado y no ha crecido nada en los últimos años, así que con mi ayuda vamos a darle un impulso importante, utilizaremos algo que no falla, la publicidad”.
“Pero hijo” le contesto el bueno de Eustaquio ”Si estamos bien yo no necesito mas y hasta ahora no nos ha faltado de comer e incluso algo nos ha sobrado para alguna cosilla mas”
“Tu tranquilo padre, para eso estoy yo aquí, veras lo que vamos a ser capaces de hacer” le contesto sin ningún titubeo.
Y se fue a la ciudad más próxima, para volver al poco, con montones de carteles de propaganda de colores fosforito, con los que medio empapelo el pueblo, explicando en ellos la calidad de los medios que se utilizaban en el molino de su padre y la honradez y profesionalidad con la que se trataban todos los encargos.
La verdad es que a algunos de los labradores les pico la curiosidad y se acercaron al molino con sus encargos, pero fue poca cosa, prácticamente nada.
Así que a los poco días Blas volvió a hablar con su padre proponiéndole otra nueva idea ”Padre, tenemos que ser más agresivos, debemos atacar a nuestra competencia con seriedad y dureza, así que vamos a iniciar una campaña de cuatro por tres, por cada cuatro sacos que nos traigan a moler solo les cobraremos tres, veras como reaccionan”
Y si reaccionaron y aumentaron los encargos digamos como un diez por ciento, pero solo les duro unas semanas, el tiempo en que el otro molinero decidió hacer una oferta igual a la suya.
Pero Blas no se amilano, ya estaba embalado, tenía muchas más ideas y estaba convencido que había que seguir luchando por el mercado, que había que plantearlo como una batalla hasta aplastar al oponente en este caso el otro molinero y como ya su padre no se atrevía a oponerse a las estrategia de su diplomado hijo, se fue al pueblo y publico un bando en el Ayuntamiento con la nueva oferta.
A partir del día siguiente, su molino, regalaba el transporte, recogerían el grano de los labradores y entregarían los sacos de harina en cada casa una vez molido, además por cada seis sacos de trigo que llevaran a moler, pagarían solo cuatro y les entregarían un vale que al juntar tres serian canjeados por un saco de harina, entregado gratis sin necesidad de haber llevado trigo.
Con la nueva estrategia comercial, se apoderaron sin problemas del cien por cien de los encargos, el otro molinero renuncio a la escalada de ofertas, ante la satisfacción de Blas y las dudas de Eustaquio.
“Pero hijo, ahora tenemos que costear transporte, contratar trabajadores, comprar trigo, llevarle al otro molinero para que nos le convierta en harina, al precio que quiera y regalársela a los labradores cada vez que nos traigan tres vales, hijo no lo veo, la verdad no lo veo”
Pero Blas lo tenía claro “Padre pero no ves que nos hemos apoderado del mercado solo tenemos que esperar seis meses o algo mas para que el otro molinero cierre y entonces nosotros marcaremos los precios, es lo que se hace en el mundo”
“Pues no sé, no sé” fue lo único que dijo Eustaquio
Pero a los dos meses los recursos económicos de Eustaquio habían desaparecido, se había arruinado completamente, fue imposible el costear la estrategia de Blas, cuanto más trabajaban mas perdían.
Eustaquio tuvo que pedir trabajo al otro molinero que fue él que a partir de ese momento marco los precios de mercado y Blas dejo apenado el pueblo no sin antes escribir una nota para su padre, nota que cada vez que la leía Eustaquio le entraban escalofríos, decía.
“Padre, siento mucho que la poca preparación comercial del pueblo y la incomprensión de lo que es un marketing moderno nos haya producido este problema, pero no te preocupes que cuando acabe el Master que he comenzado de Técnicas de Venta Vanguardista, volveré y reflotaremos el negocio.”
Fernando Mateo Agosto 2015
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