CUENCA NAZARENA
Juan, somnoliento, acurrucado en su viejo sillón, observa a través de la ventana, mira con recelo el cielo nuboso y pide que este año, no llueva por Semana Santa. A sus 76 años sigue sintiendo cosquilleo en el estomago y se le acelera el corazón, como la primera vez cuando siendo niño salió de nazareno junto a su abuelo y su padre en el San Juan de las 6 de la mañana del viernes santo. Ya oye tambores y clarines, claman las turbas, atisba finalmente al doliente nazareno y piensa que este año, tal vez sea el último que participe. Lo hará junto a su hijo y su nieto pequeño que procesionará por primera vez y sonríe emocionado.
De la cocina donde esta María, su mujer, le llegan aromas que lo transportan a su infancia. Huele a torrijas y rosquillas, vuelve a sonreír y se acuerda de sus abuelas y de su madre.
Sigue sonriendo y se dice: los conquenses somos así, nuestras vaquillas para san Mateo y nuestras procesiones en Semana Santa, que no nos las toque nadie ¡ea esperemos que no se le ocurra a ningún político prohibirlas, pues estos, de forma caprichosa, por su incompetencia o por algún interés oculto, son capaces de hasta quitarnos las casas colgadas¡
Suspira anhelando el momento de que vestidos de nazarenos abuelo, hijo y nieto salgan acompañando a su San Juan y se dice si Cuenca tiene alma nazarena.
Aurelia Martín Mayordomo
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