Sialuk Nanuk ( El esquimal )
Sialuk había nacido al norte, pero muy al norte, en las tundras heladas de Groenlandia, en el seno de una comunidad de inuit.
Su familia era una familia normal, bueno lo que se puede considerar normal en esos parajes, cazaban focas, pescaban en agujeros hechos en el hielo, montaban en piraguas entre los icebergs, tenían mucho cuidado de no dejarse sorprender por los osos blancos, se vestían con pieles, utilizaban raquetas de tripa de foca para andar por el hielo, se movían en trineos tirados por perros malamutes y vivian en un chalecito adosado tipo igloo al lado de otros parecidos, vamos lo típico de unos inuts de toda la vida.
Pero Sialuk, no era un esquimal estándar, él era distinto, ni cazaba, ni remaba, ni montaba en trineo, ni nada de lo que era normal hacer en aquellas latitudes.
El había nacido con temperamento artístico, que dicho así y en un primer momento tampoco era nada tan raro, también en aquel pueblo se daban los amantes de las bellas artes, lo malo era la que había elegido y a la que había decidido dedicar su vida.
Quería ser “bailaor” de flamenco y dedicarse a ello en cuerpo y alma, estaba obsesionado con que esa afición debía convertirla en su futuro, aunque nadie podía explicarse el porqué de esa extraña decisión en la vida había aparecido por allí nadie parecido a un flamenco gitano, lo más que habían visto hace tiempo fue una exhibición de coros de baile del ejército ruso bailando kalinka en cuclillas, así que el asunto tenía su miga.
Pero él era un muchacho decidido y emprendedor y a pesar de la indiferencia e incomprensión de los demás, él se lo tomo muy en serio y diariamente se entrenaba. Aunque esa era un importante inconveniente y tuvo que resolver muchos problemas logísticos para llevar a cabo su aprendizaje.
El primer problema fue el traje, al final se hizo un pantalón muy estrecho solo hasta las corvas y una chaquetilla muy ajustada y corta de piel de foca, que bueno más o menos daba el pego, para el sombrero cordobés tuvo más dificultades al final confisco a su madre una cazuela que utilizaba para derretir grasa de morsa, la recorto, la achico y la pinto de gris oscuro con una banda negra al lado de la supuesta ala del imaginario sombrero que no le quedo tan aparente como el traje, parecía más la vacía de barbero que utilizaba Don Quijote, y por último y donde más aprietos tuvo fue con los botines de tacón, lo único que por allí había eran enormes botas de piel de oso que calzadas le llegaban hasta las corvas y que le convertían en un ser sin ninguna posibilidad de moverse, pero como no cejo en su empeño y al final se le ocurrió utilizar unos gordos calcetines de lana que tenía su padre a los que pego por debajo un plancha de hueso de ballena para simular hacer las suelas y el tacón.
Una vez resuelto el tema vestuario, se enfrento al tema “tablao” , imposible encontrar piso de madera que le sirviera para repiquetear, pero como buen imaginativo que era, decidió practicar sobre una de las innumerables planchas de hielo que rodeaban su aldea, eran duras y frías pero hacían un ruido parecido al golpearlas con los calcetines reformados, ahora eso sí, se caía continuamente al resbalar, pero como “El que algo quiere algo le cuesta “ siguió adelante.
El entrenamiento fue duro muy duro, primero porque era un autodidacta, solo había visto una vez una foto de algo que parecía un andaluz en una caja de galletas y que además no era un flamenco era un recolector de aceituna y segundo porque solo podía entrenarse en periodos de diez minutos, para luego esperar dos horas descongelándose debido a la ligereza de la vestimenta que utilizaba.
Y así estuvo primero meses y luego años, sin abandonar su deseo y sin dejar de tratar de mejorar su estilo, y poco a poco avanzaba gracias a que iba consiguiendo aquí y allá cada vez mas información, un día era una revista que casualmente había traído un viajero, otro una emisión de radio que conseguía escuchar con música española y cosillas así, pero seguía solo, sus parientes y vecinos ya se habían acostumbrado a lo que consideraban una locura y ya no le prestaban ninguna atención, era un “bailaor” solitario.
Pero un día cambio su suerte y fue cuando conoció a Francisco Heredia Montoya un técnico español nacido en Andújar muy aficionado al flamenco, afición que le venía gracias a su ascendencia gitana y que hacia unas semanas había empezado a trabajar en una experimental prospección petrolífera cercana a su poblado.
Y que un día que paseaba haciendo fotos de la aurora boreal, le sorprendió en uno de sus entrenamientos, una vez repuesto de la sorpresa se dio cuenta de que el chico, tenía entonces 19 años no lo hacía del todo mal y que si había conseguido un nivel aceptable en el taconeo sin ningún profesor, quizá era un fuera de serie.
Hablo con él y le convenció para que al regresar a España se volvieran juntos y se decidiera a probar fortuna y aunque le dijo se encontraría con mucha competencia si trabajaba duro como hasta entonces quizá se podría hacer un huequillo en el puro y noble arte del baile flamenco.
Y se vino a España y se matriculo en una escuela y trabajo duro y sufrió y lucho y al final lo consiguió.
Ahora es propietario de un “tablao” en el Sacromonte granadino que cada vez mas es más famoso sobre todo a costa de los visitantes nórdicos que consideran una visita obligada el contemplar los taconeos de “Er niño congelao” como se hace llamar de nombre artístico.
Con lo que ahora podemos cambiar el refrán inicial de sus principios por “El que la sigue la consigue”
Fernando Mateo
Julio 2105.
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