Tus labios mienten. Intentan engañar a mis torpes e ingenuos oídos. Tus agudas y venenosas palabras disfrazadas por la dulzura de tu voz tratan de engatusar a mi tonta mente, cual serpiente a su víctima. Sin embargo, no ha de funcionar, te lo advierto.

Te he mirado a los ojos y tu has correspondido. La mirada no sabe mentir, pues la inocencia jamás ha de perder. Ella me ha susurrado al corazón toda la verdad acerca de esa coraza tan dura cual acero que envuelve tu delicada piel y que aleja al amigo y enemigo sin discriminar. No obstante, tus ojos una melodía también me han cantado al ritmo de tus latidos. Han danzado con timidez al contarme una historia acerca de una dulce niña, tan dulce como la misma miel. Me han susurrado la verdad. Aquella tierna niña con un corazón tan grande como la misma luna se ha visto obligada a vivir atrapada en un castillo para que de esta manera nadie la pueda dañar.

Tu mirada me ha dicho la verdad, pues esta no sabe mentir. Tu posees la llave de aquel castillo y yo me pregunto si es que podrías liberar a aquella niña que grita y patalea por su libertad. No será necesario que diga o escriba más, porque con un simple beso te podré suavizar. Estoy seguro de que esa dulce ya no tan niña dentro de ti se podrá enamorar de este torpe escritor que se tropieza al andar y ¡Es más! Habrá veces que se trabará al hablar. Pero no lo culpes si se sonroja cuando te mira un poco más, dado que tu belleza podría intimidar hasta al más bravo caballero de armas tomar.

Te prometo solo una cosa y una cosa nada más, chica con labios mentirosos, este tonto poeta jamás hará llorar a esa dulce dama que guardas con tanto celo en tu interior, ya que este escritor conoce mejor que nadie cuanto duele el amor.