FIESTA DE AÑO NUEVO. Leonor Leiva Abarca. 20/agosto/2015
Esta noche celebramos la fiesta de año nuevo.
Mi mami, nos dijo a los primos que llegaron de visita, a mis dos hermanas y a mí:
-Ya mis niños se mandan a cambiar a la plazuela, no queremos visitas intruseando en la cocina-
Me encanta que llegue el año nuevo, vienen tíos, primos, mis abuelos. Todos llegan con algo para compartir; las mamás traen ensaladas y postres, los tíos más carne para el asado. Por supuesto bebidas y jugos para los niños, para los grandes cervezas y botellas de vino con diferentes etiquetas. Yo me entretengo leyendo esos nombres tan raros; Merlot, Cabernet Sauvignon, Carmenere que me cuesta harto pronunciarlo, mejor ni preguntarle a mi mamá, porque altiro me echa de la cocina, diciéndome que soy un estorbo.
Somos siete primos para cuatro bicicletas, por supuesto que los que venían de visita no iban a estar trayendo las de ellos. Así que democráticamente jugamos al Cachipúm para decidir los turnos para ocuparlas.
Cuando me tocó a mí, pasé despacito por el lado de mis primos grandes, que siempre se apartan para conversar entre ellos, y que si uno se acerca se quedan callados; justito, justito alcancé a escuchar que era bien difícil que mi Lela se atreviera a venir sola.
A lo mejor mi tata está enfermo. ¡Qué mala onda! El abuelo después de la cena se pone a cantar en italiano, aunque no entiendo ni jota es bien entretenido. Él se pone contento y nos da plata a todos sus nietos.
Cuando volvimos a la casa nos fuimos derechito al baño, mamá nos había ordenado bañarnos y vestirnos solos, porque ella estaría muy ocupada.
De repente sentí harta bulla, salí con una zapatilla puesta y la otra en la mano, al llegar al living todos estaban rodeando a mi abuelita que se veía muy emocionada, seguidito se limpiaba los ojos con un pañuelo antiguo con hartos dibujitos. Mi papá me sacó de un brazo antes que abriera la boca.
-El tata ya no está, no hagas preguntas, después te explico-
Eso es lo que me da rabia de los grandes, creen que porque uno es chico no entiende sus cosas.
Total que a última hora se les ocurrió que cenáramos en el quincho para ver los fuegos artificiales. Parecía una mudanza como acarreaban todo lo que había en el comedor para el patio. Lo que más me llamó la atención y hasta pena fue que dejaran el plato de sitio y todo el servicio en el puesto que siempre ocupa mi tata.
¿Y si él, por fin llega más tarde; va a cenar sólo?
La cena, aunque la comida estuvo harto buena, no estuvo tan entretenida como el año pasado. De verdad que se echaba de menos la presencia del abuelo, que todavía no averiguo por qué no llegó.
Cuando dieron las doce todos los grandes querían ser el primero en darle el abrazo a mi Lela.
-Feliz año nuevo, mamita. Ahora nos tiene a nosotros.
-Feliz año nuevo mamita, cuente conmigo para lo que sea.
-Ahora que no está mi papá, estoy yo que soy el mayor.
¿…?
Mi mamá se dio un abrazo bien largo con ella, después las dos se secaron los ojos.
Yo me acerqué despacito, le tiré la manga para que se diera cuenta. Mi abue
se dio vuelta dándome un abrazo bien apretado, como siempre me besó la frente, luego me dijo:
-Ahora tu ángel de la guarda es tu tata que está en el cielo-
Con mi mamá que también escuchó, miramos al infinito cómo se disolvía el último fuego de artificio.
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