En una noche serena
Brumas en una noche dormida, cálida y tranquila
Mientras los tibios rayos de la luna, alumbraban el estío,
Un disco gigante, reluciente en una noche mágica
En la cual todo a su alrededor se sumía en un sopor latente
Noche de muerte, en las viejas tumbas de los cementerios
Y las blancas rosas antes fragantes, ante el agonizaban
Cubiertas por el manto de un silencio cruel, agobiante
Y de las tumbas en ruinas, olvidadas, los lamentos surgían
Los cipreses, con la brisa danzaban, en aras de un Dios inexistente
Y en sus sopores la noche dormita entre sombras danzarinas
La luna con sus rayos, traspasar las sombras quiere
Pero la noche con su manto oscuro, a la luna languidece
Y en un sueño profundo, de pronto se sumerge
Claro de luna, noche con su manto oscuro, cipreses y tumbas
Un cuadro donde impera toda la belleza, para los ojos crueles
Luna, que con sus rayos hiere la noche, cual flechas hirientes
Al cielo se abre la gran ventana inmensa, del espacio silente
Mientras en las chozas del barrio lejano, las ventanas abiertas
Mirando hacia el cielo, viendo correr las blancas nubes
Envueltas en claro de luna, inundada de hondos misterios.
De pronto una leve brisa, mueve levemente las cortinas
Es la brisa que juguetea en una noche oscura y sombría
Mientras en tu lecho, tú descansas, sin temores ni pesares
Mientras tu cabeza en la rosada almohada descansas
Inundas a ella con tu hermosa cabellera, y tus labios rojos prietos
El sopor de la noche, se ha adueñado de tu bella figura
Y tus ojos entrecerrados, inundados de tus bellas pestañas
Mientras en tus sueños, quien sabe que aventuras esgrimes
O tal vez tu alma, por un momento de tu cuerpo se elevó
Rondando en extraños parajes, donde emergen, fantasmas tétricos.
Es tu encanto tal, que los fantasmas al verte huyen, entre las sombras
Traspasando muros hacia otros mundos por ti desconocidos
Un frío siniestro y profundo del cementerio emerge, fluctuante, amenazante
Se escurre cimbreante, hacia las chozas lejanas, y se cuela por las ventanas
Un frío de muerte, en esos instantes a tu cuerpo acomete, con aire gélido
Tu cuerpo lo siente, y despiertas sobresaltada, y ante ti alguien vestido de muerte
El silencio es apremiante, tus ojos abiertos espantados, y un grito penetrante
Pero, la muerte te envuelve en un negro sudario, y en sus brazos desapareces.
Raúl Amador Irusta
|