El 12 de febrero de 1668 se supo de la beatificación de Rosa de Santa María y las dos naves que traían azogue anunciaron la buena nueva, en la catedral Azteca se repico a las once y media de la noche, siendo virrey de México el II marques de mancera don Antonio Sebastián Alvares de Toledo y Salazar y arzobispo fray Payo Enríquez de Rivera.
El 1 de marzo de 1671 el capitán y caballero de Santiago don Diego de Salcedo Maldonado y Espejo, corregidor de esta ciudad, dispuso el anuncio oficial del suceso, a las dos de la tarde salieron de santo domingo lujosos caballeros llevando entre cada dos de ellos un dominico en mula engualdrapada, iba delante el corregidor con estandarte blanco y oro y un escudo estampado en bordadura de la beata Rosa de Santa María.
Comenzaron las vísperas el 11 de abril cuando aún en el aire serenaban los repiques de todos los conventos y destacaba las campanas de la catedral, iba la virgen limeña Rosa a la par de santo domingo, en las ventanas y esquinas hervía gran multitud de gente, junto al presbítero de la catedral de México fueron colocados los santos, entonó el coro dulzuras y se realizó grandes festejos; el domingo 12 de abril estando ya revestidos de capa fastuosa el Deán, el Arcediano y el Chantre, fray Payo revestido de pontifical canto la misa en presencia del señor virrey quien se encontraba en el centro de las dos audiencias, al lado el tribunal de cuentas, los oficiales reales, el cabildo de la ciudad de México, los justicias y el regimiento, las religiones y los caballeros bien nacidos.
La palabra ardió en los labios del canónigo magistral doctor Ignacio de Hoyos Santillana, después de terminar la misa partió la procesión hacia palacio en uno de cuyos balcones la señora virreina presenciaba devotamente el desfile, los ricos altares la tapicería rumbosa y los juegos artificiales que fueron preparados por un lego dominico que estuvo en Roma, daban esplendor al homenaje a la santa limeña; paso el cortejo por las calles rumbo a santa catalina de Sena y después de pasar el templo de la encarnación volvieron a santo domingo, acompañaban la imagen de santa Rosa de Lima que iba vestida de tela blanca, bordada de rosas (las hojas de nácar esmaltadas de diamantes y las ramas de esmeraldas) la capa de tela negra y oro adornada de rosas, con una corona constelada de rubíes y zafiros, san Ignacio abrumado de joyas, san Pedro Nolasco entre armiños, san Agustín que no podía ya con los diamantes en la mitra, santa Teresa risueña y san Felipe de Jesús esplendido de rubíes.
El 13 fue el día de los Franciscanos, el 14 de la provincia del Santo nombre de Jesús (donde se pasó la tarde en casa del marques del Valle), el día 15 fue de los Carmelitas, el 16 de la Redentora Familia, el 17 de los Jesuitas, el 18 de los Dieguinos, el 19 de los Dominicos; el día 25 se presentaron dos comedias con escenas de la vida de Santa Rosa, el 27 fue el certamen literario en el que actuaron como jueces los condes de Santiago y del Valle, el caballero Salcedo Maldonado, don José Dorantes y Alonso de Ramírez de Vargas, siendo mantenedor fray Joseph de Herrera, quien dio lectura a los trabajos desde una catedra adornada de carmesí, el domingo 30 primero de la octava predico en el convento de santa catalina de Sena, el doctor don Manuel de Escalante Colombres y Mendoza quien era compatriota de la santa limeña, catedrático propietario de retórica de la real universidad y sacristán mayor del santo sagrario de esta iglesia metropolitana (sermón impreso en México por Francisco Rodríguez Lupercio en 1672), la bula y patentes de la beatificación fueron publicadas el 1 de mayo del año siguiente.
El 30 de agosto la orden dominicana quien tenía de patrona a santa Rosa, la festejaba desde las vísperas con asistencia del cabildo eclesiástico, con una procesión, misa y sermón, con la presencia del virrey, prelados e insignes autoridades, cuentan que en la fiesta de 1774 desfilaron ciento ochenta beatas dominicas cubiertos los rostros cuando llevaron a la santa a su convento; es en uno de los altares de la catedral de México consagrado a la santa Rosa de Lima se ve su imagen en lienzo; en la iglesia del sagrario metropolitano dicen había una estatua de plata con algunas de sus reliquias, afirman también que habían dos pinturas de buena factura del pintor mexicano Juan Rodríguez Juárez, una en poder de don Francisco Fernández del Castillo en su casa de Tacubaya, la otra en la de don Antonio Adalid en su casa de la capital.
Menciona en su libro “paraíso occidental” Sigüenza y Góngora, que el bachiller don Francisco de Zarate, cura beneficiado del partido de Acapetlahuayan fue quien costeo el altar de santa Rosa de Lima en el convento de Jesús María; también menciona que el único altar con la imagen de la santa limeña en Guadalajara está en el sagrario metropolitano; en la ciudad de Morelia está el templo de santa Rosa y luce en sus gárgolas lagartos de piedra, dicen que allí estuvo aposentada doña Ana María Huerta quien fue la esposa de don Agustín de Iturbide; en Querétaro mencionan que se ve un altar especial en los intercolumnios del altar mayor del templo de santo domingo, en 1905 el superior dominico fray Domingo Fernández decoro el templo y mando hacer la imagen de la santa limeña, estableciendo el culto e instituyéndola como segunda patrona del templo; hay en la ciudad de Puebla un templo de santa Rosa de Lima anexo al convento de monjas de santo domingo, en el que luce la más rica iconografía pictórica, que sirvió como documentación biográfica de santa Rosa, su figura decora el azulejo poblano que según cuentan fue encontrado en un cementerio (se ve en la colección de Pensilvania museum and school of industrial arts “the maiolica of México” por Barber, filadelfia 1908 página 85) en cuanto al culto en Guanajuato fue muy grande bastara contar un hecho: dicen que don José de Sardaneta y Legaspi quien era un minero acaudalado, cuando vio que se había inutilizado un tiro en la mina de rayas; emprendió uno nuevo al que llamo santa Rosa de Lima, dio principio a la obra con rogativas y preces a la santa limeña (“efemérides guanajuatenses” del padre Marmolejo).
Vuestra Rosa es la Rosa que en mi tierra
Como a febril canción de un ánfora
Desde el cantar beatifico
Que los latidos del fervor arrancan
Nuestra rosa despide
Su divina fragancia
Nuestra rosa florece
Su divina escarlata
En la escarlata viva
De amor y de plegaria
Con que se purifica
El corazón de mi patria
Y un mismo verbo ubérrimo
En nuestros labios canta
Bajo el dintel y en el jardín
La trinitaria
Que asiéndose del muro
En risa de fulgor se desparrama.
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