El castigo no lo arregla.
Evidentemente las mujeres son maltratadas. Son maltratadas por los hombres, por la ley, por el sistema laboral, por la cultura machista, por las mismas mujeres y por muchos otros entes. Esta manera de vivir y de relacionarnos, es una vergüenza para los hombres que amamos la dignidad de la mujer. Algunos medios han hecho de esta penosa circunstancia un negocio, en el que el maltrato es aún peor.
Miles de procesos judiciales, miles de condenados y condenadas por este delito, de alguna manera el castigo hace que el maltrato disminuya, y aunque es importante evitar el maltrato, más allá de esto, ¿El solo castigo, hace que las mujeres recuperen el respeto y la dignidad?
El castigo tiene un propósito primordial, y es, evitar y prevenir el delito. El castigo (Por lo menos éste) no está pensado para recuperar el respeto y la dignidad. Cuando una mujer es maltratada, se ve mancillada, los hombres y las mujeres podríamos hacer mucho más para reparar, para devolver a la mujer su esencia espiritual y emocional, para devolverle su dignidad.
Quiero pensar que la dignidad de la mujer se ha venido perdiendo, en cuanto se ha oscurecido el espacio de su espíritu que tiene que ver con su esencia. En ese espacio habitan la dulzura, la ternura, el amor, la perseverancia, la fortaleza, la sexualidad y la sabiduría, entre otras muchas. En ese espacio es capaz de dormir y despertar la madre, la esposa, la amiga, la hermana…
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