Esperaré que venga
con la cabeza gacha
la cola entre las piernas
arrastrando las patas.
a lamerme las manos,
y pedirme comida
con mirada implorante.
Pero si así no fuera
y permanece terca
irreductiblemente terca,
con la figura erguida
y con la cola enhiesta,
mostrándome los dientes
con odio y con desprecio,
yo tenderé mis manos,
le acariciaré el lomo …
Y cuando esté confiada
creyendo que ha triunfado,
la remontaré al cielo,
de un surubí en el orto.
Texto agregado el 15-08-2015, y leído por 181
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