Estaba sentado frente al ordenador sin ganas de nada, recordaba las palabras de la Dama; "se acercan tiempos de cambios". Hacía ya tiempo que no me divertía con las mismas cosas de antes, tiempo que solía pasear por la noche sólo sin salir de mi cuarto, tiempo en que visitaba lugares lejanos de mi mente, de ese mundo que todos llevamos dentro, de pronto sonó el móvil, un toque; la Dama.
Me senté de nuevo frente al ordenador y nada, un vacío en mis teclas, un abismo que sabía a desesperación, una calada de otro cigarro que se consumía consumiéndome a mi también por dentro. No recordaba cuanto tiempo llevaba ya sin salir de casa, encerrado en mi buhardilla, acompañado de Gaudí, de Luis Domenech, de Cadafall y otros modernistas, miraba sus obras, parecían derretirse frente a mi, me situaba frente a ellas y me inundaban la mente de deseos raros, de ganas de gritar, la Casa Milá se desangraba entre mis manos, el Palacio Episcopal de Astorga me pinchaba el alma, un lagarto me habría las puertas del parque Güell... de pronto abro otra carpeta y me encuentro a Santa Sofía; sus curvas, sus cúpulas, su majestuosa falda, su grandeza me hacía sentir pequeño, minúsculo, me hace ver lo grande que es el arte frente a un solo ser, lo insignificante que somos frente a la inmortalidad de algunas obras, lo grande que puede llegar a ser el fruto de la inspiración humana. Así me tiré un rato, ¿quieren saber cuanto? pues mas o menos como maravillosa es santa Sofía de Constantinopla, mas o menos tanto como rincones poseé, fue mas largo que la altura de su cúpula central y mas raro que los adornos árabes que la engalanan ahora.
Así, entre giraldas, mezquitas de Granada y Córdoba, catedrales de Santiago, fechas, Maestros Mateos, ojos dalilianos y rostros picassianos, ciudades que nunca visitaré en persona y sueños de esos que se tienen despierto fui cayendo en la cuenta de que la noche se marchaba.
Me di la vuelta, cogí la guitarra y me encendí otro cigarro, el cenicero a punto de desbordar, puse los dedos en "do", no toqué para no despertar a mi hermano, solo la miré y así me tiré horas y horas, sin hacer nada, sin poder dormir, sin poder descansar, hasta las siete de la mañana, no puedo decir mas porque el resto ya es hoy, esa fue mi última visión de ayer, mi guitarra, bueno, esa y la del sol por la ventana, bucólico, sonriente, haciéndose cómplice de la broma que me gastaba el destino, viéndome cerca de la locura, viendo mis mil pensamientos paralelos y como quedaba al final de la habitación una cama vacía sin mi, unas sabanas revueltas y un cenicero lleno.
Ahora huele a café recién hecho, tostadas y a otro día exactamente igual que el que no llegó a terminar ayer. |