El buen can Alaska está extraviado,
rodeado de una enorme manada,
tanta caza lo tiene atiborrado,
debe cazar o saldrá de la camada.
Se mezclan como ovejas en rebaño,
y mientras ellas creen estar a salvo,
colmillos con su sangre se dan un baño,
y el pastor se ha quedado ya calvo.
Tanto que le han tomado el pelo ya,
sacan a las ovejas negras del corral,
y a lobos blancos les permite entrar,
pues por su claro color no se ven tan mal.
El buen Alaska ve a los demás sufrir,
el pastor no ve bien y nadie lo sabe,
así que mejor ladra para advertir,
pero su ladrido es inescuchable.
Las ovejas solo lo toman de loco,
los lobos se burlan de este animal,
el pastor, inmóvil, solo duda poco,
por lo que el perro se pone a pensar.
Sino escuchan, mis colmillos si verán,
aparentando ser un lobo lo oyen,
por miedo a ser comidas estas se van,
y las ovejas falsas sacan sus garras.
El buen pastor también muestra sus colmillos,
destroza al Alaska con su manada,
junto con los más lentos animalillos,
otras ovejas se pierden en la nada.
Pero en la nada encuentran a alguien,
un nuevo perro defensor de los lobos,
fuerte e inteligente como nadie,
excepto el Alaska, como él pocos.
Con este nuevo pastor nada pasará,
estas felices ahora pueden vivir,
pues son ignorantes de la realidad,
las puertas a otro lobo dejaron abrir.
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