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Un deseo
Graciela desde niña tuvo la necesidad de trabajar. Su madre tenía que mantener a su abuela que estaba en silla de ruedas.
Terminó la universidad y había llegado la oportunidad de obtener un trabajo. Vivía en un departamento modesto, tenía que planchar, hacer de comer, trapear, barrer, hacer el súper. Todo el tiempo se quejaba por no tener dinero. Todos los días se levantaba temprano para ir a trabajar, en realidad no era un trabajo muy pesado, lo único que tenía que hacer era entregar los informes de la semana al jefe y después ir a entregar los papeles del mes a las diferentes oficinas en la ciudad y le daba tiempo de conocer la ciudad y de comer donde fuera ya que su jefe no le exigía entregar los papeles inmediatamente. A veces desearía vestir y calzar de muchos tipos de marcas.
Nunca estaba conforme con nada. No se daba cuenta de lo que tenía, creía que entre más ropa, carros, dinero, era mejor persona. Tenía un buen empleo, un buen departamento, ganaba lo justo.
Para ir a la oficina tenía que cruzar el parque, todos los días se encontraba a una joven de su misma edad aproximadamente. Ella se encontraba todos los días sentada en una banca del parque, la joven vestía ropa elegante, de marca, buenos zapatos. Graciela se sentaba a su lado, la chica saludaba a Graciela pero ella no le hacía caso, Graciela la envidiaba.
Harta de no tener los lujos que deseaba tener, una noche se encontró a una viejita que le dijo que ella le podía conseguir lo que ella quisiera. A Graciela le pareció interesante lo que decía la viejita. La viejita le dijo que pidiera un solo deseo. Graciela en su mente dijo “quiero tener lo que tiene la mujer del parque” la viejita dijo que al día siguiente al despertar todo sería diferente.
Se fue a su casa esperando que todo en su vida iba a cambiar.
Eran las tres de la tarde y aun ella no se podía despertar. Al abrí los ojos vio una enorme recamara, en color rosa al parecer tenia todos los lujos. Una señora entró al cuarto con una silla de ruedas.
Sin poder entender de lo que estaba pasando la llevaron al parque y la sentó en una banca. A lo lejos vio a la joven que todos los días estaba en el parque que ahora tomaba su lugar. Se dirigía a la oficina con los papeles que esa semana tenía que entregar. Ella vestía una ropa normal, zapatos cómodos, pero podía caminar y saludar.
La joven que ahora tomaba su lugar, era feliz, pero Graciela que ahora vestía ropa de marca y buenos zapatos y aparentaba tener mucho dinero, no podía caminar ni hablar esperando sentada en la banca del parque encontrarle sentido a la vida.
Por dentro Georgina gritaba y pedía que su deseo no fuera realidad. Se dio cuenta de que no valoraba lo que tenía, el poder ser feliz. Y que el dinero no lo era todo.
Fin.

Texto agregado el 31-07-2015, y leído por 143 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
01-08-2015 NI EL LUJO NI EN DINERO REMPLAZA LO CONSEGUIDO TU CUENTO DICEN DE ELLO Y ES VALIDO PENSARLO SOMOS LO QUE QUEREMOS SER NADA EXTERIOR DEBERIA CAMBIARNOS FUE UN GUSTO LEERTE Y UN PLACR VOLVER A SABER DE TI UN ABRAZO GRANDOTE, ME LO ACABAN DE LEÉRMELO, GRACIAS POR TU AMISTAD rolandofa
01-08-2015 buena parábola, hecha a medida para un mundo consumista seroma
01-08-2015 Que buen cuento. Con una muy buena moraleja, muchas veces no nos damos cuenta de que tenemos por envidiar lo que no tenemos. iochoa2
01-08-2015 El dinero es nada, es sólo un invento del ser humano para poder soportar el vivir en un mundo sin amor y donde cada ser habla un idioma distinto. Podríamos decir que es, la traba más compleja de los dioses. siemprearena
 
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