Enjauló a su primer amor
y se fue a vivir con dos desconocidos al noroeste.
Converso al más acérrimo nihilismo,
creyendo que esa era su vocación, quedó desorientado.
Tuvo un modesto empleo
con una dama de rumbo extraño y manejo raro,
su descanso y único recreo fue un enfriamiento invernal
en las afueras de un gris Madrid en diciembre.
Gozó de días iracundos
hasta que se inventó un pasatiempo de ruleta rusa.
Todavía está intentado un día poder perder.
Texto agregado el 30-07-2015, y leído por 192
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Lectores Opinan
30-07-2015
Me recuerda algo que hace mucho tiempo aprendí, a veces para ganar hay que salir perdiendo, osea ser un derrotado triunfador. O un triunfador derrotado. siemprearena
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