Despertó sobresaltado sin saber el por qué. Su compañera no estaba a su lado. Palpó y sintió que el lugar aún estaba tibio. Habrá ido al baño, pensó. Intentó dormirse nuevamente.

El zumbido del radio-reloj le hizo dar un nuevo salto. Lo extraño fue que el visor estaba apagado y no pudo enterarse de la hora. La obscuridad era absoluta. Buscó a tientas el interruptor de la lámpara y ésta tampoco funcionó. Se quedó unos instantes pensando respecto a la situación. ¿Tal vez no hay electricidad? Pero, entonces no habría vibrado el despertador, dedujo. Recordó que en el cajón del velador manejaba una linterna y la cogió. Tampoco funcionaba. Lo que más de alguna vez había imaginado se estaba haciendo realidad. Un frío recorrió su cuerpo. ¡Estaba ciego! Gritó varias veces llamando a su compañera sin respuesta.

Bajó lentamente de la cama y dando tropiezos se dirigió a la sala donde sabía que estaba su teléfono móvil. Palpó sobre una mesita, un sofá y un escritorio inútilmente. Su respiración se aceleraba cada vez más, la desesperación le invadía mientras seguía llamando a su compañera. Debía salir a pedir ayuda, considerando que su departamento estaba en un sexto piso. Se golpeó muchas veces contra los muebles hasta alcanzar la puerta y llegar hasta el pasillo. Siguiendo el contorno de las paredes llamó a los otros departamentos del piso sin respuestas. Las alternativas eran el ascensor o bajar por la escala. Optó por el ascensor. Presionó el botón hasta sentir que se abrían las puertas. Dudó unos instantes y avanzó. Cayó libre hasta el subterráneo. Un grito desgarrador despertó a su compañera.