A veces, por la mañana,
aún camino por las calles
imaginándote dormida.
Con las mil formas que tu cuerpo
merodea en el lecho.
Quién sabe si en ese momento
tendrás tu piernas
recogidas en tu pecho,
abrazando tus rodillas
como protegiéndote de ti misma,
o si en un fuerte abrazo
hundirás tu frente en la almohada,
dejando tu espalda desnuda.
A veces, por la mañana,
quiero suponer que despertamos juntos.
Te dedico una mirada
tan llena de intenciones que me pregunto
si me la responderás.
Relajada, disfrutas de tu posición
apoyando tu cuerpo en mí pecho.
Me hormiguea tu cabellera
y aún así, me aventuro
a cosquillear tu cuello con un beso,
te siento arquearte, desperezándote
en una artificial caricia dormida
que pinta destellos en mi mirada.
A veces, por la mañana,
aún sigo viendo tu levantarte desnuda,
desplegando aromas y alegrías,
canturreando pinceladas,
llevando tras de ti de rehén a mis ojos.
Verte regresar de lluvia mojada,
hundir tus manos en trascendente búsqueda,
excitándome con esa suave presencia,
y, al tocarme en los espacios encontrados,
dejándome sin saber qué decir
cuando mi figura recibe tus presencias ocultas
que siempre llegaron a enamorarme
de tu absurda manía de envolver los cuerpos mojados.
A veces, tan solo, yo te extraño
en este cuarto menguante que se colma
con esta espesa falta de ti. |