No advirtieron a tiempo el desgano en el comer, las cada vez más prendas llevadas encima, ocultando una esquelética humanidad abusada y golpeada. Tampoco notaron los profundos cortes en muslos y antebrazos. Todos tenían prisa, prisa por llegar a su diario trabajo o ver la tv, de alimentar el perro y pasearlo, de leer noticias añejas, de comer; ¡De comerse! y no cambian, aún tienen prisas, prisa de salir de este paso, de cumplir con ir a la iglesia, poner cara de angustia y echar tierra a mi ataúd, para volver de una vez a su agitada y ciega vida.


M.D