A mi Barbie preferida…

Soy hombre, al menos eso dice mi aspecto físico y mi genética, pero si hubiera sido una niña, en mi infancia, me hubiera gustado tener una BARBIE. Todas las niñas de mi época deseaban tener una Barbie.

Una Barbie es bella incluso ante los ojos de un ciego, pues ver y sentir la luz y el resplandor de su belleza, mediante el poder embriagador de la imaginación, es una sensación única, esa imaginación que nada ni nadie puede comprar y que al preso hace libre, al ciego le da vida y al naufrago darle la fuerza, el coraje y la ilusión suficiente de seguir luchando y braceando en esta gran mar que es la vida… pues tiene la certeza de que la tierra prometida, la meta, existe.

No hay muñeca más atractiva que una Barbie, esa muñeca que todas las niñas quieren, esa muñeca que todas las crían aman.

La vida parece más sencilla, más bonita, más radiante, cuando se tiene un rostro, una faz hermosa, delante, cerca de ti, con una figura proporcionada, y una melena y sonrisa de anuncio, incluso en cualquier foto de una graduación, a la que casi puedes tocar, mirar y hablar….

Pero una Barbie es algo más que una figura bella, si fuera así nos quedaríamos solamente con la buena materia con la que está hecha.

Su belleza, sin duda, hace que destaque sobre las demás, es un gran punto de apoyo donde alegrar la vista, eso es cierto, pero no es suficiente.

Si solamente fuera eso, toda belleza desorbitada, a mí, si fuera niña, me aburriría hasta el extremo más insospechado. Una Barbie es única pues despierta confianza, te hacen creer en ellas, el tiempo a su lado parece que no anda debido a la felicidad con la que te inunda poder tenerla cerca. Una Barbie irradia seguridad y esa seguridad es la que irradia su cándida y celestial belleza.

La belleza de las Barbies no reside solamente en su apariencia física, sino también en esos sentimientos y virtudes que emanan hacia los demás. Y esto en las Barbies, bellezas impolutas por fuera, también lo son por dentro…

Si tuviera, un aparato de rayos X comprobaría y casi entendería más rápidamente el secreto del éxito de las Barbies. Un secreto donde ningún ser humano ha caído, siendo algo tan visible, tan tangible, tan cercano, que parece que no puede ser humano. El secreto de las Barbies radica y nace de lo profundo de su alma.

Pero no esa belleza objetiva que puede ser producto de los movimientos e intereses de un momento, y sí de esa belleza subjetiva, propia de cada uno, esa que nada ni nadie puede explicarse el motivo de que algo te parezca tremendamente bello, distinto y superior a las demás muñecas, que “aporta ese algo especial que llena una vida y las pupilas”, que haces que desees tenerla como tu muñeca, tu amiga preferida y no otra.

Hay muchos tipos de muñecas atractivas, pero carentes por completo de gracia o de magnetismo. Pero lo que destaca en ella, es su carisma, ese carisma tan grande que hace de su aspecto exterior algo complementamente irrelevante, ante la belleza de sus formas, de su estilo y de su ser.

Yo, cuando esté en la otra vida y sea una niña, quiero ser como una Barbie, para aprender a reflejar al exterior esa poderosa fuerza interior con la que llena cada pupila, con cataratas o no, con esa simbiosis de ganas de vida, lucha, autenticidad y de saber que siempre estará ahí, para hacerme compañía, ayudarme en mis miedos, para sentirme feliz… En definitiva, para imaginarme con ella y junto a ella, un mundo mágico.

Para una cría, sin duda, una Barbie, independiente de su belleza externa, es una mezcla proporcional de persona abierta, creativa, firme, activa, ponderada, llena de empatía, afable, culta, práctica, franca, cumplidora, amable, decidida, hábil, honesta, humilde, amistosa, sensata, desenvuelta, dialogante, dinámica, ingeniosa, intelectual, con más de una carrera, auténtica, brillante, razonable, discreta, reflexiva, coherente, eficaz, madura, colaboradora, eficiente, sensata, metódica, comprensiva, verdadera amiga, sensata, motivadora, entusiasta, sociable, ordenada, tenaz, original, nuevamente bella por fuera y por dentro, original, tolerante, convincente, exigente, viva, cordial, afable, voluntariosa, precisa y preciosa, comprometida y tantas cosas más…

Una Barbie es una mezcla de todo esto. Sin esta mezcla sería imposible que se produjese la magia de su aceptación ante tanta gente.

Pero la Barbie no sería Barbie sino supiese que para gustar a los demás, antes, ella, y eso no lo sabe, debe gustarse a sí misma, sino entendiera que lo más valioso que tiene como Barbie, es su esencia de mujer.

Una Barbie es la perfección, el suave tacto de esa su sonrisa que todo lo suaviza y con su forma de ser, de presentarse a los demás, que todo lo endulza.

Pero su principal belleza reside en su interior, de donde emana su fortaleza, fuerza, voluntad y espíritu.

Una Barbie, hija mía, eres TÚ.