EL CONJURO DE LA TRANSFORMACION
Era el mes de enero de 1913. En solana se estaba viviendo uno de los inviernos más crudos que las gentes recordaban. Las calles llenas de nieve tapaban la totalidad de las puertas y no se podía salir a la calle, la leña se estaba acabando. Donde más reserva de leña había era en casa de los aserradores, y tenían también escobas y ardiviejas, que servían para prender mejor los troncos.
Pasaban los días y no dejaba de nevar, el frio se iba apoderando de la gente.
Marypyruja subió al desván a mirar por el ventanuco, quería ver si aún salía humo de las chimeneas que se divisaban. Cada vez salía menos. Era evidente que la leña ya escaseaba, y de seguir todo así, el pueblo iba a morir de frio, pero ellos tenían gran reserva de leña.
Fue al casillo. Estuvo largo rato pensando en cómo podía hacer llegar aquella leña a sus vecino. De repente se acordó de que su abuela le había hablado de un conjuro y que ella nunca había hecho caso. Creyó recordar que sólo funcionaba una vez cada cien años, y no sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez que se usó. Necesitaba un caldero de cobre, en el desván estaba el de cocer calabaza en la matanza; agua de la fuente del Soto, miró en el botijo y aun tenia agua; un manojo de manzanilla cogida en la sierra, en el techo de la cocina y aún quedaba algo colgado; una cucharada de manteca de cerdo que también tenía; y una manzana Reineta, las manzanas nunca faltaban. Miró en el basar donde estaban los botes de las hierbas, esperando que hubiese todas las que necesitaba: laurel, tomillo, romero, orégano y lavanda, una cabeza de ajo y una pata de coneja era el último ingrediente, creía recordar.
La pata de coneja no la tenía u pensó en una pata de gato, pero… ¡pobrecillo! ¡No iba a quedarle cojo!, así que optó por echar una pata de rata, que en el desván abundaban.
Cogió el cepo y un trozo de queso. Lo puso cerca de la chimenea y no tardó en pasar una, y además cayó en la trampa. Resultaba un poco asqueroso. Sacó la navaja que había subido y le cortó una pata, la metió en el bolsillo del delantal para esconderla de sus primas, que tenían que beber la poción junto con ella para que surtiera efecto, y si veían lo que echaba no querrían beber y no saldría el conjuro.
Echó toda el agua que quedaba en el caldero. Cuando empezó hervir puso las hierbas, la manzana, la manteca y la pata de rata. Una vez frio coló el agua en un puchero de barro, escurrió las hierbas y las puso a secar cerca del fuego, le quitó un pañuelo a su abuelo y puso todo dentro haciendo un hatillo. A aquello se le llamaba el “Saquito de los deseos y la transformación”.Marypyruja no comprendía cómo aquello podría transformar a nadie pero intentarlo era su única esperanza. Su abuela se lo había contado pero nunca le dijo si alguien se había trasformado realmente, ni en qué.
Reunió a sus primas pues necesitaba ayuda, tenían que trasformase en brujas, después de las palabras mágicas:
NEB KACURE KA BA KIPHI PER AA
Cada una tenía que decir en qué quería trasformase, las primas todas dijeron: -“virgencita, virgencita, que me quede como estoy”, y Maripiruja expresó su deseo de poder volar sobre los tejados y dejar leña en las chimeneas de sus vecinos. Sus primas se rieron de ella.
Sin hacerles caso se fue a por una escoba muy grande y unos troncos de leña que puso en el caldero de cobre. Se agarró a las llares y subió por la chimenea. Se deslizó por el tejado montada sobre la gran escoba y cuál no sería su sorpresa que comenzó a volar y fue dejando leños por las chimeneas de sus vecinos. Fue deprisa de tejado en tejado hasta que en todas las chimeneas vio humo de nuevo y así lo haría todos los días mientras duró la nieve.
En los pueblos vecinos ya se estaban congelando de frio, y veían las chimeneas de Solana echando humo, así que desde entonces les llamaron los brujos. Todo gracias a “Marypyruja, la brujita de la suerte de Solana”. |