Marco Cornelio Escipion ( El romano )
Era hijo de Cayo Cornelio Escipion, uno de los más importantes patricios en la Roma gobernada por Tiberio Cesar Augusto que gracias a ser su consejero y a la gran amistad que con él le unía gozaba de innumerables privilegios y prebendas por encima de las que ya de por si le correspondía por su posición social.
Tanto su vida como la de su familia estaban rodeadas de los más exagerados placeres típicos en aquella época, que vivían con verdadero entusiasmo.
Así que raro era el día en que no participaban en alguno de los increíbles festines culinarios donde se degustaban los más sofisticados platos, que aunque no siempre fueran agradables si eran del gusto de aquella decadente sociedad, volviéndose locos comiendo empanadas de lenguas de colibrí bañadas en miel, pezuñas de oso cubiertas de mermelada de hongos y gelatina de arándanos o cuellos de avestruz rellenos de faisán.
Por no hablar de las orgias, donde tenían cabida las mayores aberraciones imaginables y que acababan siempre entre grandes vomitonas y cuerpos desnudos sucios y sudorosos entrelazados por el suelo.
Pero donde Cayo Cornelio y su esposa Flavia llegaban al éxtasis era en el circo, no se perdían ninguna celebración tanto si era para ver animales despezando esclavos o prisioneros de guerra o sangrientas luchas a muerte de gladiadores.
Para Marco aquello era intolerable y desde que tenía uso de razón, no solo no comprendía la forma de vida de sus padres, de su familia y de la sociedad entera con la que nunca estuvo de acuerdo, sino que la condenaba abiertamente, estaba fervientemente convencido de la igualdad de los hombres y no aceptaba la extraña democracia de la que hacía gala Roma, donde se vivía un abuso intolerable de poder, un desprecio a cualquiera raza o etnia distinta a la romana y clasismo e intolerable opresión a los más desfavorecidos y débiles
Siguió creciendo convencido de sus ideas y como no podía ser menos al llegar a la adolescencia se hizo el propósito de hacer lo que estuviera en sus manos para cambiar esa execrable forma de vida.
Empezó a frecuentar grupos sociales más o menos marginados que como él criticaban a la sociedad y al gobierno solapadamente al principio y cada vez más abiertamente enfrentándose a los poderes facticos y al gobierno romano.
Al final formo, aglutino y lidero una plataforma cívica integrada por una serie de sensibilidades todas criticas con el régimen vigente a la que llamaron “Nunc Roma, non possumus” (Ahora Roma, nosotros podemos) muy activa, muy entusiasta y muy comprometida, que inundaba continuamente la ciudad con pasquines de protesta y llamadas a la conciencia de las clases más oprimidas, volcándose con enorme entusiasmo en la organización de mítines y concentraciones tratando de hacer ver a la población la situación de opresión y abusos a que los sometían, denunciando la corrupción de las clase dirigentes.
Querían recuperar de verdad los principios democráticos de los que presumía el gobierno y que hacía tiempo se habían perdido, querían que el pueblo tuviera voz, que no hubiera clasismo, que desaparecieran o al menos se atenuaran las diferencias sociales, que se prohibiera la esclavitud y en definitiva que el imperio romano fuera de verdad democrático.
Marco Cornelio, siempre entusiasta y confiado actuaba en conciencia según sus principios, sin ninguna precaución ni miedo a lo que pudiera acontecerle, de manera que además de liderar la plataforma estaba convencido que debía actuar también en el terreno próximo de su influencia, es decir en su familia, así que un día libero a todos los esclavos de su casa, otro regalo la joyas de su madre y los caballos pura sangre de su padre a unos labradores y en otra ocasión él y sus colaboradores introdujeron un rebaño de ovejas en uno de los festines familiares con consecuencias diversas, por un lado consiguió arruinar el banquete y por otro la mayoría de las ovejas enfermaron después por haberse comido las empanadas de lenguas de colibrí y las otras guarrerias.
Su cruzada según él era un éxito, no solo tenía hartos y preocupados a todos los representantes de los poderes facticos sino que había conseguido convertirse en el principal enemigo de su padre.
Por eso el gobierno vigente no tuvo que insistir mucho al patricio para que tomara cartas en el asunto para que de una vez por todas neutralizara a su hijo, sobre todo cuando el gobierno comenzó a tomarse el movimiento en serio y dejo de llamarles indoctis (iletrados), ignorares (ignorantes), populists (populistas) y canistibils (perroflautas), empezando a pensar “Mira que si estos movimientos cuajan y llegan a triunfar, mira que si al final se cargan el entramado de privilegios que tenemos montado, mira que si al final perdemos influencias, poder y control, esto se tiene que acabar” concluyeron.
Así que Cayo Cornelio Escipion el importante prohombre romano, protegido del Cesar, influyente y respetado por sus iguales, ante la presión de su entorno, llego al día en que se pregunto así mismo
“¿Qué prefiero perder mis riquezas, mis banquetes, mis posesiones, mis orgias o al imbécil de mi hijo?”
Y se contesto.
“Al imbécil de mi hijo”
Y esa misma tarde Marco Cornelio fue vendido a unos comerciantes turcos que estaban de paso por la ciudad y que buscaban jóvenes para convertirlos en eunucos en su harén.
Y no se volvió a saber más de él, la plataforma continuo luchando como podía, y aunque al final el pervertido y abusivo estilo de vida romano se desmorono fue necesario que pasaran otros cuatrocientos años para que eso ocurriera y no fue debido a ellos sino a la presión de otra plataforma/invasión llamada barbaros que fue infinitamente más agresiva, expeditiva y resolutiva.
Fernando Mateo
Julio 2105