Pequeño, el hombre observa.
Imponente, en el fondo,
se yergue la montaña irregular.
Cayendo como lagrimas,
ríos de agua convertidos en hielo.
Afirmada en el cielo, la mole
se muestra modesta,
humilde en todo su esplendor.
Hacia adelante dos árboles,
igual de grandes ambos, igual de verdes,
de ese color que solo el entorno puede dar.
Entrometiéndose, otro más pequeño,
desnudo, gris,
con sus ramajes buscando alturas,
quizás esperando la época en que el tiempo
a nuestros ojos también muestre todo su color.
El pasto, con sus tonalidades
de verdores variados, grises y marrones,
asoma detrás de una valla de madera silvestre,
suave aún exponiendo su rusticidad,
separa al mermado observante,
y luego, la hierba que se despliega inconmensurable.
Un placer para la vista.
y solo es la simple naturaleza
que se expande y se explaya ante los ojos
de quien mudo, no atina a responder. |