Ascediada por millones de imágenes que se contorsionan y chocan entre sí, permanecía absorta en esa realidad distante, imperceptible, y su cuerpo, tan presente, tan material, estaba ahí, encorvado en una esquina de la oscura habitación, vigilado por una sombra, de la que solo se distinguían dos brillos opacos que se dirigían fijamente sobre ella.

Habría deseado saber que es lo que pasaba por su mente, penetrar en ella a través de sus ojos, sí, quizás lo sabía, porque, al final de cuentas, formaba parte de ella.

Caminaba en línea recta sobre la hueca habitación, vigilando, siempre vigilando, sin perder de vista uno solo de sus suspiros, como retando a la memoria a retener hasta su más nimio movimiento.

-Tienes que salir de aquí -rompió al fin el silencio.
En vano, ella parecía no escuchar.

Así transcurrieron fragmentos de tiempo, así lo intentó muchas veces.

-No se en qué iluso mundo vives, pero me cansé de tratar de hacerte entrar en razón, si quieres quedarte en tu castillo de fantasías ¡por mi está bien! -Dió media vuelta, se dirigió a la puerta, tomó la perilla.

-¡No, espera! -al fin un soplo de lucidez brotó de aquella boca -Es que tú no entiendes, nadie lo entiende.

-¿Entender qué? ¿Que pretendes que entienda de esta oscura habitación?

-¿Serviría gastar palabras? ¿Serviría tratar de explicar lo inexplicable? ¿Serviría de algo?...
¿Has sentido el tedio que te sofoca y esclaviza? Pues allá afuera todos son esclavos. Prefiero ser presa de mi propia desgracia, aquí, en esta habitación oscura y vacía, entre esta oscuridad donde puedo ver lo oculto, en esta soledad que es mi compañera y no el monstruo que allá afuera te consume desde adentro. Pero es en vano, es en vano tratar de mostrar quién tiene la razón cuando te tratan como un loco, no sirve gastar palabras con los sordos, vete y regresa a tu mundo perfecto, antes de que te des cuenta de que las cosas no son como parecen ser y tu mundo perfecto se colapse.