Allá lejos, en algún lado, están los otros.
La aglomeración de iguales
que resulta ajena a su estática danza.
Necesita de su territorio
poblado de concentradas soledades.
Atemporal,
sigue allí, en la rutina de sus reflexiones.
Desdibujada su rapsodia carmesí,
aprovecha la tarde para recordar
lo que solo las aves memoran.
Amplitud de un cielo sin límites ni dueños,
la caricia del viento guiando su vuelo,
la inmensa libertad de ser libre.
Más allá de él,
cenizas… un fondo de deslucidas cenizas,
algún tembloroso reflejo
trasciende la mansa quietud del agua,
en su centro se siente soberano,
descoronado de apariencias y oropeles,
reflejado sobre si mismo
en esa confusión que lo detiene en el tiempo.
Una blanda lágrima
deteriora su contorno de solitario,
parece no afectarlo,
lo importante siempre está dentro.