La mar mece mi cuerpo
acunándome entre sus brazos
salvando la distancia con su oleaje
llevándose en cada marea
todas las botellas mensajeras
donde fui guardando esos abrazos
que aún hoy no he podido darte.
Cuando te lleguen tal vez
huelan a pasado rancio
versos añejos e historias viejas
salitre pegado en la piel
y no tengan ya el acento
de este lado del océano.
Pero también llevarán
el perfume del amor re-conocido
la amistad transoceánica y virtual
las conversaciones trascendentales
de buena mañana y tú trasnochada.
Por contra las palabras
vuelan raudas y feroces
y, en un instante, están contigo
revoloteando a tu alrededor
recordándote, chiquita,
que existe alguien igual a ti
-aunque distinta-
que espera el momento efímero
de correr a colgarse de tu cuello
y recomponerse del calor
que resiente y aprieta
cada diastole y memoria
de la pequeña caja de música
que tienes por corazón, amiga.
Dale su lugar al tiempo
para que ponga su curita
y, mientras, tómate conmigo
una o diez chelas
bien frías, compañera,
y deja que sea el polvo de la tierra
quien te muestre tu camino.


Para la preciosa de @salzikrum por su amistad y esas tres palabras.