¿Cómo puede hacer tanto ruido
algo tan hermoso y pequeño?
Me pregunto observando a una cría
haciéndole fiestas a su madre
mientras esta habla por el móvil
y dice 'ya vi' sin ni siquiera mirar.
La niña se gira y me observa
ahora se ríe más fuerte.
Tal vez le hago gracia
sentada en una esquina
a solas con un libro
cuando todos van y vienen
con sus carros, sus aparatos electrónicos
su relojes y sus prisas.
Tú y yo, peque, tenemos el tiempo
encerrado en la suela gris
de nuestros zapatos.
La vida nunca se para
ni aún cuando dormimos
y es por eso que aprendimos
a pararnos nosotras
para poder disfrutar
del azul del cielo que miramos
o el olor a césped y tierra húmeda
veteado por algún perfume
cuando se nos cruza el olor
de alguien que pasó por nuestra vida
regándonos de memoria la nariz.
Sabemos reírnos juntas
sin motivo ni necesidad
y mirar con entusiasmo a aquel chucho
tumbado a la sombra de un arbusto
como si fuera un jardín repleto de flores
y no el páramo olvidado que vemos.
La alegría del mundo la ponen
nuestros ojos, chica.
Coloréame en tu recuerdo
si alguna vez decides recordarme.