El suburbio está situado al sur,
en él, una casa grande, con fondo,
brumosa y en mas de un sentido, diferente a las demás,
provocando algo de rechazo y cólera
o la veracidad de la envidia.
A pura fuerza y coraje, sobrevive acumulando el tiempo
en sus cuartos solitarios de vieja pensión.
Esa ciudad, entre agosto y diciembre,
deja de ser ciudad y se convierte en un inefable páramo,
buscando en la sombra de su pasado,
un cierto reconocimiento en el ambiente provincial.
Una manera cruel de omitir el gran vacío,
en ese delirio que es una especie de pesadilla diurna,
que persigue y arresta la realidad,
sentir ambivalente de drama shakesperiano.
En esos días, la casa desaparece
en un viaje clandestino, plagado de peripecias
violentamente dulces,
donde se reinventa en una inflexión juvenil,
para retornar de enero a julio
para vivir esa admiración que es mutua,
pese a las insalvables diferencias que separan una de otras.
Sin embargo, todas conviven. |