La nuestra no fue una simple historia de amor, bueno, en realidad, no fue una historia simple.
Como todas, o quizás todas, comienzó con los anhelos e ilusiones propios de una chica por su vestido blanco, las flores, los regalos, el pastel, las madrinas, el anillo, la foto …, etc. Ah!, claro!, y el Novio. Necesario para un evento de esta naturaleza.
Así, un buen día, después de un periodo prudente de compromiso acepté casarme. ¿La fecha?, ¡lo antes posible! No, no fue porque me hubiera “comido la torta antes del recreo”, sino porque Beatricita, la hija menor de Doña Prudencia, se casaría en un mes; y ¿cómo?, ¿yo casarme después de ella? ¡Nunca!. Así que apresuré los trámites, y finalmente llegó el día.
Fue agotador, no habré de negarlo, la dieta, los ajustes al vestido, el llanto de mi madre, los chismes de las vecinas; …y no me daba cuenta.
La boda fue un primor, conseguí que el padre Leandro oficiara la misa, que la iglesia se llenara de tulipanes en pleno junio, y que ninguna de las madrinas se peleara con su respectiva pareja, bueno, al menos, no antes de mi boda; …y no lo vi.
Yo lucí esplendorosa, posé para los principales rotativos del país, Marco, claro, en su papel, no de jaba de darle un halo de misterio al evento…del año. Ni Doña Prudencia lo pudo superar; pobre, nunca olvidaré su cara de aflicción.
La luna de miel también estuvo perfectamente coordinada, con glamour y elegancia, en uno de los principales destinos turísticos de Europa. Todo era como un cuento de Hadas. Así que…nunca lo vi venir.
Una vez que regresamos de la luna de miel, Marco y yo nos dedicamos a asistir a cuanto evento social éramos convocados, bueno, en realidad, a cuanto evento convocaban a Marco. No es que me disgustara, por el contrario era la última que se quería ir.
Tristemente terminé siendo la única que se iba.
Marco, a su manera, insistía en la forma y la etiqueta, no se permitía ni un cabello fuera de lugar. Él parecía un dandi, y yo…un maniquí. La pose y los flashes eran el pan nuestro de cada evento. Cada fotografía era digna de exposición, así, terminé no solo casada con Marco sino dentro de uno.
Pasaron uno, dos, … diez años, y una colección innumerable de álbumes; las primeras fotos, con Marco, yo y la familia, después Marco, yo y nuestros amigos, Marco, yo y sus amigos, Marco y sus amigos, Marco …y yo ya no aparecí. Él alegaba que la mirada lánguida que me aquejaba últimamente no acentuaba bien con su perfil aristocrático, así que pasé de centro de atracción, a elemento decorativo, y finalmente a espectador.
La debilidad que me aquejaba en aquel entonces no era tal, sino una enorme tristeza. Al principio pensé que era la rutina, después me convencí que era por la falta de hijos, finalmente acepté que era porque en mi matrimonio yo ya no existía. Mi esposo era tan solo una foto en una revista o una nota en el periódico. De aquella pareja de portada tan solo quedaba yo y … el marco.
“un azahar
es flor de cera blanca,
nunca tú misma ”
Ailed Zull Zayhev©
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