Cuando Bruna duerme yo me encuentro despierta, imagino que me mandan mil cartas un enamorado que tengo, que parece serlo pero que no lo es, y veo y nada, entonces me arropo, me arropo con Oliver que es un perro terra nova, adomesticado, vigoroso, fortachòn, amoroso (pueden sentir amor los perros?), aprehensivo, dedicado.
Cuando mi jefa duerme, yo me retuerzo y espanto mis dolores con obscenas imàgenes del dìa, la parodia del dìa me lleva a imaginar, la mordida imaginada que doy a Bruna cuando canta, canta sin parar.
Imagino mis caminatas diurnas con el perro Oliver, lo llevo hacia mi inspiraciòn, un espacio solamente mìo, en medio de los arbustos de la avenida. Allì se pueden ver tres distritos e incluso el mar. En ese lugar, mi espacio interno se abren los poros de mi tristeza y grito !ayuda!, entonces Terra Nova que es Oliver, se acerca a mì, y me da ese pedazo de amor que tanto me falta, para llegar a ese objetivo imaginario.
Pienso entonces, en que debo cocinar, que debo planificar, que debo sembrar, que debo combatir, que debo destruir.
Y regreso con Oliver, y regreso con èl a vivir contentos con mi jefa muda, y con ella cantamos esas mañanitas mexicanas, que un día soñé. O mejor una mañanita peruana, corriendo por mi plaza, comprando mi quinua y yendo a mi cocinita, a vivirla con Sharon. |