Sopa de pollo
Don Leopoldo entró a la sala de espera del consultorio del dentista y se alegró por la ausencia de otros pacientes: “Qué bueno, -pensó- de inmediato me atiende a mí”.
Ocupó un asiento y colocó en el piso un pequeño bolso que traía consigo desde el campo con “un cariñito para el doctor”, como hacía cada vez que lo visitaba, para recompensar de alguna manera los servicios gratuitos que él le brindaba.
Unos minutos después se abrió la puerta y apareció Miguel Lizardo, vestido con una inmaculada bata blanca, quien lo miró sorprendido:
-No sabía que había gente. –dijo él-. Salí a desentumirme un poco. ¿Tiene mucho rato aquí?
-Unos 15 minutos. No le toqué pensando que le trabajaba a alguien.
-¡Qué va, don Leopoldo! Hoy no ha venido nadie. Los dentistas viejos estamos perdiendo clientela; prefieren los jóvenes recién graduados que tienen nuevas tecnologías y equipos de esta época. Pase, por favor….
El campesino se incorporó y entró al consultorio con el rostro compungido.
-¿Otra muela, verdad? –preguntó el profesional.
-Sí. Dos días con esta vaina. Ya no aguanto más.
-Te pasa por terco. Debiste venir desde el principio.
-Me da verguenza, doctor. La cosa está mala y como nunca me quiere cobrar…
-No hay necesidad, mi amigo. Ya me pagaste por adelantado cuando atendías con honradez la finca de papá. –argumentó Lizardo mientras preparaba la anestesia.
Unos minutos más tarde, la muela afectada estaba fuera. Lizardo recomendó:
-Reposa. No comas nada sólido ni hagas buches de agua.
Al despedirse, el hombre le entregó el bolso. Él argumentó:
-No es necesario, don Leopoldo, pero gracias de todas maneras.
Cuando salió el paciente, el médico revisó el contenido y vio que había un pollo vivo, papas y zanahorias.
Como ya eran casi las doce, hora del almuerzo; cerró el consultorio y volvió a su casa donde le esperaba Matilde, su mujer.
-¿Nadie, tampoco? –preguntó ella, con mirada suplicante, rematando: ¿Y hoy, qué comeremos?
-Una sopa de pollo con papas y zanahorias. –dijo Lizardo, sonriendo, entregándole la bolsa, mientras le recomendaba:
- ¡Y que sobre para mañana!
Alberto Vásquez.
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