Cuando alguien se acerca y me pregunta sobre la cantidad de hermanos que tengo, yo le digo que tres. Tengo tres hermanos porque mis papas tienen cuatro hijos; y pues la cuarta soy yo – creo que es obvio. Pero….realmente tengo sólo tres hermanos? Lo dudo mucho. Y no porque haya habido engaño entre ellos precisamente. De pronto alguien me diga: pero si sólo ellos llevan tu sangre, entonces sólo tienes tres hermanos. Ahora bien, si yo analizo esta afirmación, la verdad es que muchas personas llevan mi sangre. O acaso no hay millones de personas con mi tipo de sangre? Por tanto, si la razón más obvia y aceptada es que ellos llevan mi sangre – aparte de que son hijos de mis padres también- no me parece que sea una razón valida. De hecho, acaso no encontramos hijos de padres iguales que llevan tipos de sangre diferente? Entonces, no creo que haya una respuesta que satisfaga mi inquietud. Acaso no encontramos a lo largo de nuestra vida amigos que llegan a convertirse en hermanos? Incluso, llegan a mostrar más hermandad que aquellos a quienes llamamos “hermanos” sólo por llevar “nuestra sangre”.
Se que es normal responder con una cifra, por lo general pequeña, ante la pregunta sobre la cantidad de hermanos. Pero por qué decimos uno o dos o tres o cinco o hasta treinta. Por qué no decir que tengo millones de hermanos? Acaso Dios no dice que todos somos hermanos? No importa si somos blancos o negros, ricos o pobres, hombre o mujer…..TODOS SOMOS HERMANOS. Pero entonces….por qué yo sigo teniendo sólo tres hermanos? Pues simple, porque todavía no he aceptado que Africanos, Asiáticos, Europeos, Australianos y Americanos son mis hermanos también; y creo que esto nos pasa a todos. Nos cuesta trabajo aceptar que el resto del mundo es nuestro hermano. Es más fácil para nosotros aceptar a dos o tres o cinco, incluso treinta, que a millones. Esa palabra nos asusta, salvo si se trata de dinero claro. Es más fácil para nosotros ayudar, cuidar y proteger a unos cuantos que a cientos - si es que realmente lo hacemos.
Siempre nos gusta lo más fácil y lo menos complicado, y aquí sí que demostramos que somos hermanos hechos de una misma piel. Muchas veces hasta nos damos el lujo de mirar al otro por encima del hombro. Nos creemos tan gigantes que a los demás los vemos enanos; sin caer en la cuenta que ese gigante es falso, y que es sólo una manera de negarnos a nosotros mismos que en verdad todos somos iguales. Creemos, por lo general, que no tenemos que responderle a nadie por nuestras acciones. Pero….qué tan cierto es esto? Acaso no tenemos que darle cuentas a la vida por lo que hagamos en la tierra? Es nuestro deber y nuestra obligación responder por aquellos que están desprotegidos, desamparados y que son vulnerados. Es nuestro deber hacer algo por aquellos que se pueden llamar “los pobres dentro de los pobres”, aunque parezca increíble. Y más que un deber, debe ser un compromiso. Un compromiso con nosotros mismos, porque a decir verdad, cuando ayudamos a alguien, en el fondo no lo hacemos por ese alguien; lo hacemos por nosotros mismos. Incluso aquí, somos egoístas.
Si algún día alguien me llegase a preguntar sobre la cantidad de hermanos que tengo, espero responderle que millones aunque no conozca -y lo más probable es que nunca lo haga- a la mayoría de ellos.
Hace unos días mi sobrino me preguntó “por qué en el mundo hay gente rica y gente pobre.” En ese momento no tuve una respuesta. Creo que ya la tengo……