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El encuentro

Gonzalo, debe reunirse con un compañero, conoce el lugar al que debe ir, tomando en cuenta que la cita es un día después, sale a reconocer el terreno, pasa, mira, regresando a su casa. El día de esa primera cita, sale temprano, hace el recorrido que planeó, a la hora fijada se encuentra con el camarada que le citó, un apretón de manos, caminan, se sientan en una cafetería, piden un café, conversan, se informan, se preguntan por la familia, el amigo le entrega los datos para ir a una reunión un par de días después, para llegar a ella, alguien lo pasará a buscar a esquina del centro de la ciudad.
Ya decía, los primeros pasos son difíciles, han de parecer a los que da un enfermo que ha estado postrado por meses sin poder caminar, caramba cuanto se cojea en esas circunstancias.
Gonzalo, le dijo su camarada
«- tienes que llevar una revista deportiva en la mano derecha con la tapa a la vista, en la izquierda un maletín».
Memoriza lo de la revista deportiva y el maletín, una en la derecha y en la otra el maletín.
- A las dos de la tarde será el encuentro, no te preocupes ya que vas a dormir en la casa a la que te llevará.
- Ah, si por que a las seis se inicia el toque de queda - dice Gonzalo, limpiando sus lentes ópticos
- ¿Es segura la casa? Pregunta, y es justo que lo haga ya que será él quien pernoctará allí, le tranquiliza su camarada diciéndole que los dueños de la casa es gente que siempre han tenido muy bajo perfil político, no han participado en nada por años, con eso Gonzalo se tranquiliza un poco.
Luego, le entrega el santo y seña, memoriza, lo repite, alguien le preguntará algo y el responderá otra cosa, luego la otra persona (no le dice si hombre o mujer) le dirá solamente “Vamos”, se irán en micro hasta donde será el encuentro, todo bien, sólo que falta dos días para la cosa y en un día a pesar de ser tan corto pueden pasar muchas cosas, entre otras, olvidar la mitad de lo que debe llevar y decir o contestar o preguntar, regresa y espera a que llegue el instante de la reunión, en casa busca la revista, se percata que de deportes sabe la nada misma, las revistas que encuentra son serias; revistas de sociología, libros de historia, psicología y filosofía, más, nada de deportes, así que a primera hora irá hasta el kiosco y comprará la revista, su maletín lo limpia revisa una y otra vez para que no haya vestigio de su actividad política, medita ¿Qué en la mano derecha y que en la izquierda? Todo es nuevo, ya no puede anotar en su agenda, hay que apelar a la memoria. La revista y el maletín, ¿Cual de ellos en la derecha y en la izquierda que? ¿Qué me preguntarán y que debo contestar? Todo en él se enreda, todo se mezcla, ha olvidado la mitad de lo que le dijo su camarada, solamente tiene claro que será en una esquina, en donde siempre hay mucha gente esperando movilización, duerme intranquilo, sueña con el encuentro, dos noches despertando y cuestionándose -¿Quién ira a contactarme? Solo recuerda el “Vamos”.
En la mañana va y compra la revista, el kiosquero le mira confuso, Gonzalocompra otro tipo de revistas, se rasca la cabeza, una sonrisa cómplice le otorga el hombre que vende los periódicos, regresa, intenta leer la revista, percatándose que eso es todo un mundo desconocido para él, se pasea por la casa recorriendo cada rincón, va y viene, piensa…
- En la mano derecha la revista ¿o es la izquierda? Pero, me dirán “Vamos”, confía en ello.
Llegó el día; temprano se marcha para no llegar atrasado, recorre algunas calles, ve en cada esquina patrullas con los fusiles a punto de disparar, algún temor hay en su cuerpo, la verdad que más de un temor, imposible no sentir temor en aquellos días, a medida que pasan lo días: cada mañana o tarde, se va conociendo el destino de la gente, las riberas del Mapocho se llena de cadáveres.
Gonzalo al salir de su casa, ve a una patrulla que sube a un edificio de departamentos, a los minutos desde el cuarto piso la patrulla lanza a un hombre el que vuela hasta rebotar en el suelo de concreto.
Camina para llegar al punto y reiniciar su labor, sube a la micro, en ella hay también una patrulla de policías que obedecen al “General rastrero” como llamó Allende a Mendoza, la ciudad está tomada por las tropas, en la micro nadie habla, los pasajeros se miran con desconfianza, no se sabe quien es el que va al lado. Los que se conocen apenas se saludan con un movimiento casi imperceptible.
Se sienta, abre la revista, trata de leer, en ella hay un idioma que apenas conoce, es como si descubriese a los treinta años que en un partido de fútbol intervienen 11 jugadores por cada equipo.
Hace revisión de lo que debe hacer, faltan pocas cuadras para llegar al lugar.
- En una mano el maletín y en la otra la revista (piensa) ¿Cuál mano para la revista? recuerda y sigue,
Uno de los policías pide documentos a cada pasajero, un joven viaja sin carné de identidad, ellos (los pacos de Mendoza, el Rastrero) esperan que se acerque un radio patrulla, hacen detener la micro y tiran al vehículo policial al joven, a Gonzalo, le miran la cara, luego el carné, como corresponde la foto, se lo devuelven, el micro sigue su marcha.
Se baja dos cuadras antes de punto para caminar los últimos metros que le separan de el sitio de encuentro, han pasado algunos días desde el 11, ya se conoce la suerte de muchos, se habla de la brutal muerte de Víctor Jara en manos de los milicos en el Estadio Chile, Victor camarada y amigo de Gonzalo, acribillado, sus manos mutiladas, lo encuentran abandonado en un terreno baldío, junto a Víctor, cinco victimas le acompañan, todos ametrallados les dejaron en las en las cercanías del Cementerio Metropolitano, en la zona sur de la capital.
Aún faltan unos diez minutos, debe hacerlos en dos cuadras, es mucho tiempo, así que, disminuye el tranco, trata de mirar alguna vitrina,
- Bah, ¿Que pasó?- medita, tan solo ha pasado un par de días y ya hay de todo en el comercio.
Las grandes tiendas sacan a la vista, electrodomésticos, ropa de todo tipo, en los kioscos hay cigarrillos, en los mercados no falta nada, un par de días antes de consumarse la traición, nada había, todo estaba escondido por la conspiración, con todo se hacia mercado negro. Mira con curiosidad el valor de las cosas, avanza, le faltan 5 minutos, decide ir al lugar, llega faltando dos minutos. En un par de horas habrá toque de queda, se para, coloca en una mano la revista, con la tapa hacia fuera y en la otra mano el maletín, recuerda lo que le van a decir y lo que responderá, es un paradero de movilización colectiva, la mayoría va al sector al sur oriente de la ciudad, algunas micros o buses pasan llenos, otras con menos pasajeros, mira a todos los que como él esperan movilización, no ve a nadie con las señas, espera, pasan los minutos, nadie le aborda, se comienza preocupar
- ¿Y si la detuvieron? (elucubra), cinco minutos casi, diez pasada la hora de reunión, en una vitrina ve a una mujer que le mira, ella le sonríe, él, hace una mueca que semeja sonrisa,

Texto agregado el 05-09-2004, y leído por 278 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
26-05-2006 Te sigo... ***** SorGalim
17-05-2006 Leeré el resto cuando me entere que le arrancaron las pelotas o le metieron un taco de dinamita en el culo a Pinochet. Si lo hago antes solo servirá para hacerme hervir la sangre de rabia contra la cobardía colectiva que impide a millones de víctimas ir a las casas de los victima rios y asegurarse que la próxima vez que se necesite un Pinochet los interesados piensen dos veces antes de empezar a matar. GIULIANNO
12-09-2004 El relato adquiere un ritmo de novela policial y a la vez tan cotidiano. libelula
09-09-2004 En todo caso el socialismo también fue altamente responsable de los sucesos.El golpe fue de la oligarquía toda. campeador
07-09-2004 Una gran tension de terror. gatelgto
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